martes, agosto 30, 2011

Con el compromiso de erradicar la desaparición forzada

Al conmemorar la fecha que desde hace 30 años recuerda a los "crímenes que ofenden" a los derechos humanos, la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Fedefam) destacó a Argentina como "el país con más juicios y condenas a los responsables de estos delitos de lesa humanidad", aunque lamentó la desaparición desde 2006 de Julio López, testigo en el juicio que condenó al represor Miguel Etchecolatz.

En su informe sobre la situación en la región, Fedefam reporta un total de 204.994 detenidos-desaparecidos "desde que nace la desaparición forzada en América latina en 1960" y advierte que lamentablemente, a pesar de los avances que hemos logrado, sigue su práctica". Además, señaló a Colombia, México y Honduras como países en donde en los últimos años se incrementaron las violaciones a los derechos humanos.

"Brasil está tímidamente comenzando a hablar sobre lo ocurrido en el período del Terrorismo de Estado, Chile está cambiando su rumbo liderado por los estudiantes y Guatemala, por fin, está conociendo la justicia con procesamientos y condenas a algunos de los principales perpetradores", continuó el informe.

En cuanto a Uruguay, subrayó que "continúa con la nefasta Ley de Caducidad vigente a pesar de la reciente condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos". "Esto nos hace ver que los culpables siguen aplicando sus conocimientos, que a pesar de que ya no están en el poder, tiene poder para mandar desaparecer a quienes pretenden enjuiciarlos", precisó el texto.

Por otra parte, al recordar su creación en 1981, la entidad explicó que "surgimos como una necesidad ante el flagelo de las desapariciones forzadas que se cometían selectiva y masivamente en varios países de nuestro continente, en el marco de la "Doctrina de la Seguridad Nacional".

Su tarea de denunciar la desaparición forzada de personas en países donde se instalaron las dictaduras abarcó la Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile, Haití, Nicaragua y también países en virtual democracia, como Colombia, México, Venezuela y Perú; y en El Salvador Guatemala y Honduras, donde existían conflictos internos.

"En todos se aplicó la desaparición forzada y otros graves delitos como el genocidio, masacres, torturas, exilios forzados, persecución y encarcelamiento", señalaron y mencionaron cómo en países como la Argentina, las fundadoras de los movimientos de derechos humanos fueron secuestradas y desaparecidas.

La Fedefam está integrada en la Argentina por Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, H.I.J.O.S. por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio.

Giap cumplió 100 años

"Los vietnamitas son chiquititos, son chiquititos así,
pero con unos corazones, así de grandes, así".


El General Giap, el mítico héroe militar vietnamita que aplastó a los yankis, cumple cien años

Casi tan venerado como Ho Chi Minh, estratega de grandes batallas contra el colonialismo francés y la agresión estadounidense, Giap es considerado un genio logístico y un político capaz de movilizar masas.

Este legendario general vietnamita nació en la aldea de Una Xa, provincia de Quang Binh el 25 de agosto de 1911. Era hijo de un campesino que, aunque carecía de tierras, sabía leer y escribir y luchó toda su vida contra el régimen colonialista impuesto a su país.

En 1926, siendo aún muy joven, comenzó a luchar por la liberación de Vietnam en el instituto en el que estudiaba. Se incorporó al Menh Dang del Tan Viet y, dos años más tarde, al Quoc hoc, organizaciones clandestinas que realizaban agitación contra la ocupación extranjera.

En 1930 fue detenido y condenado a tres años de prisión, pero fue liberado algunos meses después.
En 1933 entró en la universidad de Hanoi, aunque dos años después le expulsaron por realizar agitación revolucionaria. En la universidad conoció a Dang Xuan Khu, que más adelante adoptaría el seudónimo de Truong Chinh, el principal ideólogo del comunismo vietnamita. Fue él quien incorporó a Giap al Partido Comunista de Indochina. En 1937 logró terminar sus estudios de Derecho en la universidad y comenzó dar clases de historia en un instituto de Hanoi, aunque en realidad se dedicaba a organizar a los profesores y alumnos en la lucha revolucionaria.

En 1939 publicó su primer libro, juntamente con Truong Chinh, titulado La cuestión campesina donde analizaban el papel que debían desempeñar los jornaleros del campo como aliados del proletariado vietnamita en el proceso revolucionario.

El año anterior se había casado con una tailandesa, Dang Thi Quang, también militante comunista, y cuando al año siguiente el Partido Comunista de Indochina fue prohibido, Giap escapó a China, donde conoció a Ho Chi Minh y estudió las tesis de Mao Zedong sobre la guerra popular prolongada y la guerra de guerrillas, que luego aplicaría magistralmente a su propio país.

Pero la policía francesa detuvo a su mujer y a su cuñada y las utilizó como rehenes para presionar a Giap y lograr que se entregara. La represión fue feroz: su cuñada fue guillotinada y su mujer condenada a cadena perpetua, muriendo en la prisión después de tres años a causa de las brutales torturas. Los verdugos también asesinaron a su hijo recién nacido, a su padre, a dos hermanas y a otros familiares.

En mayo de 1941 en la conferencia de Chingsi (China), junto con Ho Chi Minh, funda el Dong Minh (Liga Vietnamita para la Independencia), más conocido como Vietminh, para agrupar las fuerzas antijaponesas en un único frente de liberación nacional.

Ese mismo año Giap se traslada a las montañas del interior de Vietnam para iniciar la guerra de guerrillas. Allí estableció una alianza con Chu Van Tan, dirigente del Tho, un grupo guerrillero de una minoría nacional de Vietnam del noreste. Giap comenzó a construir el Tuyen Truyen Giai Phong Quan, un ejército capaz de expulsar al ocupante francés y sostener el programa del Vietminh.

Inició una campaña de dos años de propaganda armada y de reclutamiento, convirtiendo a los campesinos en guerrilleros con una combinación del entrenamiento militar y la formación política comunista. A mediados de 1945 tenía ya unos 10.000 hombres bajo su mando y pudo pasar a la ofensiva contra los japoneses que ocupaban todo el sudeste de Asia.

Junto con Ho Chi Minh, Giap dirigió sus fuerzas hacia Hanoi en agosto de 1945, y en septiembre Ho Chi Minh pudo proclamar la independencia de Vietnam, con Giap al mando del ejército revolucionario.
En la posterior guerra contra el colonialismo frances, Giap demostró la superioridad de la guerra popular sobre las fuerzas imperialistas obteniendo una espectacular victoria el 7 de mayo de 1954 en la decisiva batalla de Dien Bien Phu, una valle situado a unos 300 kilómetros al oeste de Hanoi en el que se habían atrincherado las fuerzas ocupantes francesas, confiadas en la protección de las montañas y en conseguir batir a las fuerzas revolucionarias cuando descendieran.

De los 15.094 mercenarios franceses que se agruparon en Dien Bien Phu, después de casi seis meses del sitio, solamente 73 lograron escapar del cerco, mientras que 5.000 murieron y 10.000 fueron capturados. Giap y el general Denhg lanzaron un asalto frontal a la guarnición que arrojó a los colonialistas franceses definitivamente de Indochina. El ejército de Giap y Denhg padeció la muerte de 25.000 combatientes.

Giap y Denhg derrotaron a los imperialistas con una acumulación logística extraordinaria y un uso eficaz de la artillería bien protegida. Los 60 cazabombarderos norteamericanos B-29 que acudieron en apoyo de la guarnición francesa, no lograron su objetivo, obligando a los imperialistas a diseñar un plan criminal elaborado por el almirante norteamericano Radford y el general francés Navarre consistente en arrojar bombas nucleares contra las fuerzas revolucionarias.

La campaña de Dien Bien Phu fue la primera gran victoria de un pueblo colonial y feudal, con una economía agrícola primitiva, contra un experimentado ejército imperialista sostenido por una industria y pujante moderna bélica. Los más concidos generales franceses (Leclerc, De Lattre de Tasigny, Juin, Ely, Sulan, Naverre) fracasaron uno tras otro frente a unas tropas integradas por campesinos pobres pero decididas a luchas hasta el final por su país y por el socialismo. Los gobiernos de París fueron cayendo también a medida que sus generales eran derrotados en los alejados arrozales, poniendo al descubierto la fragilidad de la IV República.

Vietnam resultó dividido y Giap fue nombrado ministro de Defensa del nuevo gobierno del Vietnam del norte que, al tiempo que continuaba la guerra popular, se esforzaba por construir una nueva sociedad socialista.

Como comendante del nuevo ejército popular, Giap dirigió la lucha en la guerra de Vietnam contra los nuevos invasores norteamericanos en el sur del país, que una vez más comenzó bajo la forma de guerra de guerrillas. Los primeros soldados estadounidenses murieron en Vietnam cuando el 8 de julio de 1959 el Vietcong atacó una base militar en Bien Hoa, al noreste de Saigon. Ese año más de 1.000 lacayos del imperialismo americano fueron ajusticiados por los guerrilleros del Vietcong y antes de 1961 otros 4.000 habían caido.

Cuatro presidentes americanos lucharon sucesivamente contra Vietnam, dejando el rastro de sangre de 57.690 mercenarios americanos ejecutados. Por parte vietnamita murieron 600.000 combatientes pero finalmente los Estados Unidos fueron obligados a salir del país en 1973. Dos años más tarde el país fue reunificado, cuando un tanque del ejército revolucionario embistió la valla de protección de la embajada americana, mientras los últimos imperialistas huían precipitadamente en un helicóptero por el tejado del edificio.

A partir de entonces Giap siguió siendo ministro de Defensa de Vietnam y miembro de pleno derecho del Politburo del Partido Comunista de Vietnam, cargo que ocupó hasta 1982.

Tras su cese, dirigió la Comisión de Ciencia y Tecnología, y en julio de 1992, le concedieron la orden de la estrella del oro, el honor más alto del nuevo Vietnam socialista.

El general Giap no sólo fue un maestro en el arte de dirigir la guerra revolucionaria, sino que además escribió sobre ella en 1961 su famosa obra “Guerra popular, ejército popular”, un manual de la guerra de guerrillas basado en su propia experiencia. En él establece los tres fundamentos básicos que debe disponer un ejército popular para lograr la victoria en la lucha contra el imperialismo: dirección, organización y estrategia. La dirección del Partido Comunista, una férrea disciplina militar y una línea política adecuada a las condiciones económicas, sociales y políticas del país.

Definió la guerra popular como “una guerra de combate para el pueblo y por el pueblo, mientras que la guerra de guerrillas es simplemente un método del combate. La guerra popular es un concepto más general. Es un concepto sintetizado. Es una guerra a la vez militar, económica y política”. La guerra popular no sólo la hace un ejército, por más que sea popular, sino que la hace todo el pueblo porque es imposible que un ejército revolucionario, por sí mismo, pueda lograr la victoria contra la reacción, sino que es todo el pueblo el que tiene que participar y ayudar en una lucha, que necesariamente debe ser prolongada.

Como buen guerrillero, Giap sabía que el éxito de la victoria cuando hay una desproporción tan grande de fuerzas, se basa en al iniciativa, la audacia y la sorpresa, lo que exige que el ejército revolucionario se desplace continuamente. Destacó como un genio de la logística, capaz de movilizar continuamente importantes contingentes de tropas, siguiendo los principios de la guerra de movimientos. Lo hizo así contra los colonialistas franceses en 1951, infiltrando a un ejército entero a través de las líneas enemigas en el delta del río Mekong, y otra vez adelantando la ofensiva de Tet en 1968 contra los estadounidenses, cuando situó a millares de hombres y toneladas de aprovisionamientos para un ataque simultáneo contra 35 centros estratégicos del sur.

La batalla de Ia Drang (19 de octubre-27 de noviembre de 1965) fue una de las más importantes del combate para ambos bandos durante la guerra de liberación de Vietnam. Tras ella el general imperialista Westmoreland creyó que la movilidad aérea y la potencia de fuego en gran escala serían la respuesta a la estrategia de Giap, pero éste apostó a sus soldados tan cerca de las líneas americanas que los B-52 soltaban las bombas encima de sus propias filas.

Todavía hoy las tácticas guerrilleras de Giap constituyen una de las fuentes de información más importantes del ejército norteamericano para aplastar a las fuerzas revolucionarias. Los imperialistas tienen toda la información, pero no tienen lo más importante: a las masas que desafían sus macabros designios de saqueo y destrucción. Son conscientes que si las masas se incorporan a la guerra revolucionaria, están perdidos. Por eso tratan de evitarlo y se esfuerzan por aislar a los destacamentos guerrilleros del pueblo, tanto con la represión como con el engaño. Pero también saben que no podrán mantener indefinidamente ni una cosa ni otra…

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sábado, agosto 27, 2011

Juan Carlos Novoa. Un adiós para un periodista de raza

Por Ricardo Ragendorfer

En aquel momento intuí que era el comienzo de una inquebrantable amistad. Pero no imaginé que ese hombre canoso, de rasgos afilados y mirada triste se convertiría en mi maestro, el único que tuve en esta profesión.

Durante el otoño de 1989 ingresé en la sección Policiales del diario Nuevo Sur, cuyo editor era un tal Juan Carlos Novoa, al que todos llamaban Cacho. Nuestro primer encuentro fue ríspido. Es que ese día, en una crónica sobre un homicidio, estampé la siguiente imagen: “El asesino vació los inquilinos de su cargador.” Novoa, tras leerla, me llamó aparte y la corrigió, no sin permitirse un chascarrillo al respecto. A raíz de ello tuvimos una discusión; esa discusión derivó en un desafío: “Te espero en la esquina.” Cacho aceptó. Bajamos juntos por el ascensor, sin decir palabra alguna; después, al pasar por la puerta de un bar, su voz rompió el silencio: “Antes de la esquina, pibe, ¿no te tomarías una copita?”. En resumidas cuentas, de ese bar pasamos a otro, antes de concluir la velada en El Globo, frente a un exquisito puchero de gallina regado con tinto. A los postres, Cacho sacó del bolsillo una fotocopia de mi nota, y la acribilló con una ráfaga de observaciones y sugerencias. “Mirá –dijo, de pronto–, lo que te estoy tratando de inculcar ni siquiera me pertenece.” Entonces, pronunció dos apellidos: Capote y Walsh. Finalmente, escribió sobre la hoja: “Esto es lo que quiere el viejo boludo.”
Le pregunté quién es el viejo boludo. “Yo”, fue su respuesta. En aquel momento intuí que era el comienzo de una inquebrantable amistad. Pero no imaginé que ese hombre canoso, de rasgos afilados y mirada triste se convertiría en mi maestro, el único que tuve en esta profesión.

Nacido a comienzos de 1938 en la República de Mataderos, Novoa adquirió allí tres estigmas que arrastraría a lo largo de su existencia: el fútbol, Perón y el tango. En cuanto a lo primero, fue un hábil mediocampista en las inferiores de Nueva Chicago, aunque era hincha de Vélez. Lo segundo, a pesar de que le vino de familia, se potenció durante el gobierno de Arturo Frondizi a raíz de un hecho –para él– barrial: la toma del Frigorífico Lisandro De la Torre. Y lo tercero, ya se sabe, también flotaba en aquellas calles. Al respecto, Novoa no disimulaba su predilección por las orquestas de los años cuarenta, las de Juan D’ Arienzo, Carlos Di Sarli, Osvaldo Pugliese y Miguel Caló. Cacho mismo parecía anclado en aquella época; había que ver su estampa de milonguero mientras recitaba a Cadícamo en alguna sobremesa. Ahora pienso que, más allá de Walsh y Capote, su modo de escribir tenía que ver con Cadícamo. Tal vez dicha influencia –junto con su destreza futbolera– hizo que Joan Manuel Serrat se deslumbrara con él. Ellos se habían conocido en un picado entre un equipo de periodistas locales y los músicos del catalán. A partir de entonces se hicieron inseparables. Tanto es así que Serrat se lo llevaría como asistente a Barcelona durante los años de plomo. Antes de eso, se probó como periodista en la revista TV Guía, para luego pasar a la editorial Abril; luego integraría la mítica redacción del diario Noticias. Al regreso del exilio, trabajó en La Voz y en Tiempo Argentino. Allí, junto al inolvidable Miguel Briante, compartió días y copas con alguien que lo marcaría para siempre: Osvaldo Ardizzone. De él, por cierto, asimiló un secreto profesional que, después, en Sur, no demoró en transmitir: “Los diarios se hacen en los bares”. Dicho sea de paso, ello fue llevado con creces a la práctica.

La primera cobertura importante que hicimos en ese diario fue el juicio en Mar del Plata a Carlos Monzón por el asesinato de Alicia Muñiz. Sobre aquel asunto corrían ríos de tinta, puesto que la celebridad de sus protagonistas los convertía en símbolos sociales. De modo que el espíritu público se dividía entre quienes se mostraban indulgentes con el victimario y los partidarios de aplicarle todo el peso de la ley. De hecho, era la primera vez que un femicidio trepaba a las primeras planas de la actualidad, poniendo en relieve la violencia de género, entre otras cuestiones no exploradas hasta entonces en los medios. Pero la hipótesis de Novoa fue: “A Monzón, la rubia se le rompió.”

Ello –sin atenuar el carácter de género del crimen en cuestión, y menos aún su gravedad– lanzaba el caso hacia una lectura que incluía una constelación de factores por demás complejos: el submundo de un deporte que suele devorar a sus hacedores, la parábola de quienes fueron educados para torear el hambre a puñetazo limpio y la dialéctica de la fama, entre otras disfunciones colectivas.
Es que –para Novoa– nada era lo que parecía.

Aprendí de él que detrás de la fría prosa de un expediente siempre subyace la respiración de un crimen. Y que por sobre su esclarecimiento anidan otros enigmas que merecen ser contados: pequeños disparadores, algunos diálogos, escenas imperceptibles, y la tenue estructura de chiste que revolotea sobre las tragedias humanas. “El dolor y la ternura”, solía repetir entre dientes, con una dicción despaciosa.

Tras el cierre de Sur, Novoa supo escribir en varios medios; entre ellos las revistas Pronto, Veintitrés, en su primera época, y Brando. También trabajó con Raúl Zaffaroni en el Inadi.

Hace ya unos años, en una sobremesa que se prolongó hasta la madrugada, Cacho empinó un sorbo de JB, y soltó:

–¿Sabés? Eso de “los inquilinos del cargador” no sonaba tan mal.

En sus ojos brillaba una especie de sonrisa.

A fines de 2009, lo entrevisté para Parapolicial Negro, un documental sobre la Triple A, realizado por Javier Diment.

Esa, en realidad, fue nuestra despedida.

Juan Carlos Novoa falleció durante el alba del 14 de agosto.

Fue un inmenso honor haber sido su amigo.

27/08/11 Tiempo Argentino

domingo, agosto 21, 2011

Trelew: Tonada de abrazos, estrellas y pañuelos

Nota del hendrix: Este texto lo escribí hace cuatro años, cuando recuperamos el Aeropuerto viejo de Trelew y se convirtió en un Centro Cultural por la Memoria. Lo reitero hoy porque refleja cabalmente lo que sentí ese día. Sentimiento que no se repitió en años posteriores (ya no asisto a los aniversarios) y que estoy seguro que no se repetirá. Lo dejo para ustedes, los que no pudieron estar allí, pero les hubiera gustado.

Tonada de abrazos, estrellas y pañuelos


Casi primavera en la Patagonia. Sol radiante, fresco, los arbolitos recién plantados se agitan en el viento suave, que apenas molesta, que se desplaza casi ignorado por los más de 500 compañeros de casi todo el país.

Las madres y las abuelas, como siempre: con sus pañuelos, con sus ojos húmedos y afectuosos, con su sonrisa, hoy, casi triunfante.


Me abrazo con Alicia Bonet, mientras ella ríe y llora y ambos susurramos: "¡Qué día!" y nos miramos cómplices, subversivamente implicados en otro pedacito de utopía. La busco a la mamá de Capelo y la encuentro. Me mira desde su pequeña altura, desde su alma inmensa, y su mirada sabia y dolorida de décadas sigue consolándome, hoy mucho más que otras veces. Hoy, ella también se ha despojado de un cacho de duelo, hoy ha plantado por su hijo un nuevo árbol, que en esta oportunidad no será robado.

Elisa, eléctrica, va de un lado a otro, preguntando, confirmando, dando indicaciones de lo que viene después. Desde su subsecretaría de Derechos Humanos provincial, este es en gran medida su logro. Pero desde su recuerdo, los 35 años de lucha no se cumplieron hoy, sino el día que asumió como obligación personal ser la "apoderada" de Mariano Pujadas. Elisa Martínez, a la que no le importó no ser peronista, ni estar en desacuerdo con la lucha armada. Los compañeros estaban presos. Los ciudadanos de Trelew y de Rawson tenían que ser solidarios. Así de simple. Así de claro.

Los abrazos se han multiplicado en la mañana que se acaba. Incontables, estrechos, furiosos de nostalgia, recuperando años de soledad, de desencuentros, ecos de discusiones lejanas que se subsumen en una bandera con las dos estrellas. Nadie cuenta las puntas. ¿Para qué? Como en ese 15 de agosto, hoy da lo mismo.

Ya ha pasado la "hora formal". Los discursos, concretos pero breves, dieron el marco necesario para institucionalizar el acto. Sin embargo, sospecho que fueron algunas palabras de ellos, algunas pequeñas frases, las que calaron más adentro en todos: "nunca será tarde para hacer justicia" dijo Das Neves. "Eran cinco bellos corazones" memorió (el secretario de derechos Humanos) Duhalde cuando surgieron a su frente los fantasmas vivos de las cinco compañeras.

Por supuesto que el aire olía a muerte en aquellos días de agosto del 72. Treinta y cinco años demoraron nuestras ropas –las de todos- para sacudir un poco de ese hedor maligno que nos acompañaba. Hedor que se fue disipando a medida que la tarde comenzaba, derrotado por el aroma de las rosas rojas, oscuras, que familiares, los amigos, los desconocidos, iban dejando caer, como al descuido, frente a las fotografías. Me abrazo con el hijo del Turco Haidar, con José. El Vasco se ríe a carcajadas y le dice: "si tu viejo te viera, te mata". Porque José es un chico de hoy. Se viste y se comporta como un chico de hoy. Y charlamos, Y descubrimos que piensa como nosotros. Y que también es un chico de ayer, y de mañana.

Entramos juntos, con Fernando y Celedonio. Ayer el Cele, sin darle importancia, nos refregó por la cara su estrellita federal. Una de aquellas. Ayer por la noche revolví placares y hoy por la mañana, solamente para joderlo al Cele, le di al Vasco una y me prendí otra para mi. (Pero debe ser cierto que dios castiga la malicia, porque la perdí ni bien llegamos).

El aeropuerto ya no es viejo. Pero es el mismo. Algunos preguntan: ¿las pintadas reproducen las que se fueron haciendo durante estos años? Les decimos que son las que se hicieron en estos años. Que no las hemos tocado. Por algún lado se oye un emocionado y suavecito: ¡mieerda!

"La memoria se construye cada día, luchando en el presente", y es por eso, también por esa pintada, que insistimos tanto en estos años. "Tiene que ser un Centro Cultural, no queremos un Museo". Ellos también insistieron. Pero el gobierno provincial decidió: Centro Cultural. Aquí estamos. "Ahora viene el desafío, Enrique, nosotros cumplimos" me dice Norberto. Es cierto. Ahora hay que hacerlo funcionar. Ahora hay que lograr que sus puertas abiertas las atraviese gente. La que no es compañera "de antes". La que no sabe, la que nació después, la que todavía tiene en su cabeza dos demonios, y no sólo uno. Los que continuarán en un camino que no empezamos nosotros, y que no podremos terminar. Hace muchos años, leyendo a Omar Khayyam, una de sus frases me golpeó: "eres una hebra en el tapiz del mundo".

¿Tan sólo una hebra? Si, pero ¡qué tapiz!

Hoy, aunque con parches, con muchas, demasiadas hebras faltantes, el tapiz de nuestra generación pudo visualizarse por algunos minutos, extendiéndose a través de kilómetros desde las barricadas del mayo francés y de las tonadas cordobesas, los montes cerrados de la Sierra Maestra, atravesando el "sertao" brasilero, compartiendo la gloria del compañero Salvador, y descansando suavemente sus flecos aquí, en el fin del mundo, en medio de la árida planicie patagónica. El milagro de un diseño inconcluso, pero inteligible, remendado pacientemente durante décadas por esos pañuelos blancos, por los viajes, las protestas, las manifestaciones, las lágrimas.

El predio va quedando vacío. El Vasco me ha pedido que esperemos, cuando la gente se vaya, cuando se apague la melodía de las voces, "para mirar". Quiere pararse, supongo, solo frente a la pista. Aquella en la que el "Gallego" Fernández Palmeiro le colocó un fierro en la cabeza porque creyó que era un militar que quería subir al avión tomado. "me salvó el Roby –cuenta Fernando- que venía atrás mío y tuvo tiempo de gritarle: `pará, Gallego, que es Vaca Narvaja´". Quiere llorar tranquilo, me imagino, aunque todos simularemos que los montoneros no lloramos. Mi turno llegará a la noche, cuando todos se hayan ido. Cuando mi encuentro con el hijo del querido "Negro" Quieto sea un recuerdo más, y una deuda menos. Será entonces, cuando queden sólo un par de amigos de aquí o de allí, y las últimas casi agotadas copas de vino. Salud. Hasta la victoria.

Enrique Gil Ibarra
Trelew/22 de agosto del 2007


Los caídos el 22 de agosto de 1972:

Carlos Alberto Astudillo (FAR).
Nació en Santiago del Estero en el 17 de agosto de 1944 (28 años), estudiante de medicina en la Universidad de Córdoba. Detenido el 29 de diciembre de 1970 y brutalmente torturado.

Rubén Pedro Bonet (PRT-ERP).
Nació en Buenos Aires el 1 de febrero de 1942 (30 años), casado y padre de dos chicos, Hernán y Mariana, de 4 y 5 años. Perteneciente a una familia muy modesta abandonó sus estudios para ingresar como obrero en Sudamtex y Nestlé. Detenido en febrero de 1971.

Eduardo Adolfo Capello (PRT-ERP). Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1948 (24 años), estudiante de ciencias económicas y empleado. Detenido cuando intentaba expropiar un auto en febrero de 1971.

Mario Emilio Delfino (PRT-ERP). Nació en Rosario el 17 de septiembre de 1942 (29 años), casado. Estudió ingeniería en la Universidad de Santa Fe. Inició su militancia en Palabra Obrera, que confluiría en el PRT. Abandonó sus estudios universitarios para ingresar como obrero en el frigorífico Swift de Rosario, donde trabajó 5 años. Detenido el 14 de abril de 1970. El V congreso del PRT lo eligió miembro del Comité Central en ausencia.

Alberto Carlos del Rey (PRT-ERP).
Nació en Rosario el 22 de febrero de 1949 (23 años), estudió ingeniería química en la Universidad de Rosario, donde se integró al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Detenido el 27 de abril de 1971.

Alfredo Elías Kohon (FAR):
Nació en Entre Ríos el 22 de marzo de 1945 (27 años), estudiaba ingeniería en la Universidad de Córdoba y trabajaba en una fábrica metalúrgica. Formó parte de los comandos Santiago Pampillón y fue fundador de las FAR local. Detenido el 29 de diciembre de 1970.

Clarisa Rosa Lea Place (PRT-ERP).
Nació en Tucumán el 23 de diciembre de 1948 (23 años), estudió derecho en la Universidad de Tucumán, donde se integró al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Detenida en diciembre de 1970 durante un control de rutina.

Susana Graciela Lesgart de Yofre (MONTONEROS).
Nació en Córdoba el 13 de octubre de 1949 (22 años), maestra. Se radicó en Tucumán donde enseñaba y compartía la vida con los trabajadores cañeros. Fue una de las fundadoras de Montoneros en Córdoba. Detenida en diciembre de 1971.

José Ricardo Mena (PRT-ERP).
Nació el 28 de marzo de 1951 en Tucumán (21 años), obrero azucarero. Integró los primeras grupos del PRT en Tucumán. Detenido tras la expropiación a un banco, en noviembre de 1970.

Miguel Ángel Polti (PRT-ERP).
Nació en Córdoba el 11 de julio de 1951 (21 años), estudió ingeniería química en la Universidad de Córdoba, era hermano de José Polti, muerto en abril de 1971. Detenido en Córdoba, en julio de 1971.

Mariano Pujadas (MONTONEROS). Nació en Barcelona el 14 de junio de 1948 (24 años), fue fundador y dirigente de Montoneros en Córdoba. Participó en la toma de La Calera. Estaba a punto de terminar la carrera de ingeniero agrónomo cuando fue detenido en una redada, en junio de 1971.

María Angélica Sabelli (FAR). Nació en Buenos Aires el 12 de enero de 1949 (23 años), conoció a Carlos Olmedo cuando estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires. Cursaba matemática en la facultad de ciencias exactas, trabajaba como empleada y como profesora de matemática y latín. Detenida en febrero de 1972 y salvajemente torturada.

Ana María Villareal de Santucho (PRT-ERP). Nació en 9 de octubre de 1935 (36 años), era compañera de Mario Roberto Santucho y madre de tres chicos. Licenciada en artes plásticas por la Universidad de Tucumán. Junto a Santucho empezó a militar en el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular) que luego confluyó en el PRT. Detenida en un control de rutina en un colectivo.

Humberto Segundo Suarez (PRT-ERP).
Nació en Tucumán el 1 de abril de 1947 (25 años), de origen rural, fue cañero, obrero de la construcción y oficial panadero. Detenido en marzo de 1971.

Humberto Adrián Toschi (PRT-ERP).
Nació en 1 de abril de 1947 en Córdoba (25 años), trabajaba en una empresa familiar hasta que eligió ser obrero. Detenido, junto con Santucho y Gorriarán Merlo, en una redada el 30 de agosto de 1971.

Jorge Alejandro Ulla (PRT-ERP). Nació en Santa Fe el 23 de diciembre de 1944 (27 años), maestro; abandonó sus estudios para trabajar como obrero en una fábrica metalúrgica. Participó del congreso fundacional del ERP y en la primera operación armada. Detenido junto con Humberto Toschi en Córdoba, en agosto de 1971.

Los sobrevivientes:

Maria Antonia Berger (MONTONEROS). Licenciada en sociología, había sido detenida el 3 de noviembre de 1971. Herida por una ráfaga de metralla logró introducirse en su celda, donde recibió un tiro de pistola; fue la última en ser trasladada a la enfermería. En la fecha de la masacre tenía 30 años. Secuestrada a mediados de 1979.

Alberto Miguel Camps (FAR). Estudiante, había sido detenido el 29 de diciembre de 1970. Eludió la metralla arrojándose dentro de su propia celda, donde fue baleado. En la fecha de la masacre tenía 24 años. Su cuerpo, enterrado como NN en el cementerio de Lomas de Zamora, fue identificado en el año 2000.

Ricardo René Haidar (MONTONEROS). Ingeniero químico, había sido detenido el 22 de febrero de 1972. Evadió las ráfagas de ametralladoras introduciéndose en su celda, donde fue herido. En la fecha de la masacre tenía 28 años. Secuestrado el 18 de diciembre de 1982.

Salvaron sus vidas porque los fusiladores los creyeron muertos. Los tres están desaparecidos.


Hasta la victoria.

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sábado, agosto 20, 2011

Sobre Moliére, las Sectas, Raspunzel y la indiferencia

Les cuento que me acordaba de Moliére, cuando escribió “Las Preciosas Ridículas”, obra en la que cruel, pero muy talentosamente criticaba a la corte del Rey de Francia. En esa época, mediados del 1600, la sofisticación entre los cortesanos -que desesperadamente querían diferenciarse de “la plebe”-, había llegado a un nivel de absurdidad plenamente representado por el título mencionado. Si bien han pasado muchos años, “preciosas ridículas” sigue habiendo, y cómo. La sofisticación ha vuelto a ser, parece, sinónimo de inteligencia suprema. Pareciera que, cuanto más selectivo es uno, más inteligente es. Si lo pensamos un poco, es una típica actitud de secta. Porque Sectas no son solamente aquellas sociedades más o menos místicas, de las que está tan de moda afirmar que “lavan” el cerebro de sus acólitos. Secta es -no seamos literales- un grupo cerrado de (dos) intelectuales, un conglomerado económico, un club de “fans” de Luis Miguel, una banda “punk”, una Asociación de Enamorados de la Pizza....Y no todas las “sectas” son negativas para el desarrollo humano.

Para distinguir una Secta de una secta, lo principal no son los objetivos, sino el lenguaje. Los Sectarios desarrollan poco a poco un desprecio único, intransferible, incomprensible para cualquiera que esté “por fuera”. Esa actitud, que obviamente protege a La Secta de las integraciones no deseadas, incluye por decantación la subestimación hacia todos los demás. Es decir: si no estás conmigo, es porque no me entiendes. Si no me entiendes, es que eres un tonto irrecuperable. (Jamás se les ocurre a los Sectarios que no son entendidos porque -en ocasiones- la futilidad de sus códigos es tal que parece -aunque no lo sea- irracional. O peor: que la gente “común”, los “tontos” no están mínimamente interesados en tomarse semejante trabajo.

Por supuesto, suele ocurrir que en este triste planeta de valores tan tergiversados, demasiada gente está precondicionada a aceptar su propia (supuesta) estupidez, que no les ha permitido “triunfar” en la vida. Por esto, no es raro descubrirnos votando a un empresario/intelectual/político muy muy rico, porque si-tuvo-éxito-es-que-debe-ser-inteligente. Y el empresario/intelectual/político en cuestión nos lo confirma utilizando trescientas palabras difíciles para informarnos que “hoy hay sol” (porque lo hemos votado a él, claro). Y nosotros, que somos débiles, tontos e impresionables, abrimos la boca desmesuradamente y le preguntamos, tímidos, cuál es “el secreto de su éxito”, e inmediatamente escuchamos que:

“Ha sido el producto de años de trabajo tenaz, la adecuada educación y crianza recibida y, por sobre todas las cosas, una gran capacidad para interpretar las cambiantes realidades del sistema socio-económico y financiero internacional, analizando proyectivamente la información y transformándola en oportunidades tangibles”.

Lo que, en última instancia, expresó mucho mejor y más francamente Quino por boca de Manolito: “Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás.”

Y lo del empresario se contagia. (Porque la soberbia y la ¿cultura? posmo suelen ser contagiosas) y los intelectuales comienzan a creer que ser “civilizados e inteligentes” no consiste en ser honestos, laboriosos, creativos, justos, generosos, y tantas otras cosas, sino simplemente (¿así de fácil era?) en expresarse lo más peyorativamente posible, informando a quien quiera admirarlos que sus ideas son tan profundas que no es raro que los mortales no estén a la altura. Y así, como modernos Raspunzeles, desde sus altas torres despliegan sus blondas cabelleras para ver quién es el macho que se anima a subir por ellas. Y cuando muy pocos se prenden a las trenzas, refuerzan su primitivo convencimiento de su genialidad, sin entender que los tontos de abajo saben perfectamente que al nivel del piso también se pueden encontrar cabelleras, si no tan largas, rubias y sedosas, igual de agradables para acariciar. Claro que antes Raspunzel se quedaba sola en la torre, y ahora con Internet puede ¿in-comunicarse? con otras Raspunzeles con las cuales puede discutir sobre la mejor marca de champú -esa que los “tontos” no conocen ni pueden pagar- para sus elitistas rizos.

Y conste que reconozco que a veces (a lo mejor demasiadas) desde acá, desde el suelo, uno se pasa de rosca y asume la carcajada de la vaca bobalicona que he mencionado en otra oportunidad pero que, de todas formas, siempre es preferible a la siniestra y dentuda sonrisa torcida (¿siniestra?) del tiburón ombliguista.
Pues en última instancia, mis amigos, sigo convencido de que se puede ser más o menos inteligente, más o menos culto, y eso es sólo una cuestión de oportunidades que no puede justificar el desprecio o la espantosa indiferencia hacia los demás.
Porque como bien decía Jorge Ricardo Massetti: “Quien afirma que puede mejorar el mundo, y no intenta trasmitir lo poco o mucho que ha aprendido, en todo momento y lugar, no es un sabio. Es un hijo de puta”

Que quede claro que cuando hablo de "intelectuales" en el libelo de arriba, no me estoy refiriendo a, por ejemplo, Borges, Vargas LLosa, Cela, el Che o, si vamos al caso, Milton Friedman, (para que vean que no es solo una cuestión de ideología).
Me refiero a lo que podríamos denominar intelectualoides, que creen fervientemente que basta con leer diez o doce libros "difíciles" y hablar complicado para sacar chapa de inteligentes y profundos.

Pero sobre todo, la característica fundamental de estos egocentrados es el desprecio explícito hacia los demás.

Es decir: no me incomoda en absoluto la cultura, ni la sabiduría. Son las dos vías que la civilización -tal cual la conocemos- dispone para continuar. Lo que me incomoda es la fachendosa exhibición de falsa cultura. Podríamos decir que equiparo a los nuevos intelectualoides fashion con aquellos oligarcas de mi país que antaño compraban libros por metro para poder demostrar -con una lujosa y poblada biblioteca intacta- que eran cultos y merecedores de respeto.
Creo que cada uno lleva en sí el germen de su crecimiento. Y en la medida que se lo proponga, crecerá hasta el límite de sus capacidades, sean éstas cuales fueran. Ese esfuerzo hacia el crecimiento es el que -a mi juicio- merece el respeto.

En el mundo hay de todo, y entre ese "todo" hay corderos y lobos. No puedo criticar al cordero por comer pasto, como no criticaría al lobo por comer corderos. Es su naturaleza. Pero hay también gente a la que le gusta parecer lobo, y también aquellos que disfrutan sintiéndose corderos.

PUEDO criticar a los que quieren ser lobos del hombre, pues inclusive ellos pueden cambiar. En cambio, DEBO criticar a los que sueñan con ser comidos, porque ellos permiten que existan los lobos. ¿Me explico?

El desprecio hacia el Otro cercano, por razones que escapan a sus posibilidades (por ejemplo, que sea naturalmente menos inteligente, o de otro color) implica obligatoriamente el desprecio hacia la humanidad como entidad. Y la carencia de integración de la humanidad como organismo conciente de si mismo es el resultado de esta realidad lamentable.

Cuando hablo de Raspunzel y los Sectarios, me refiero a esta nueva estirpe de intelectualoides soft, de clase media alta, sin expectativas ni solidaridades, que acuerdan livianamente que las ideologías y la historia han muerto y que, por lo tanto, sólo resta esperar el Diluvio disfrutando y autoproclamándose la expresión más elevada de la evolución. Cada vez que una nación o un imperio llegó a semejantes conclusiones, fue destruido inexorablemente por los bárbaros, sucios, desgreñados e ignorantes que pacientemente aguardaban a las puertas de las ciudades amuralladas.

Hoy esas ciudades amuralladas se han convertido en barrios cerrados, countries exclusivos, torres de cristal desde donde los nuevos Raspunzeles juegan irresponsablemente con la historia, apostando que la tragedia no existe. Y los bárbaros actuales son aquellos -hermanos nuestros todos- que desde abajo, siempre desde afuera, los observan, pacientes, aunque cada vez mas sucios, más ignorantes, y mas hambrientos.

Me indigna reconocer en mí la comodidad que critico. Y me subleva observar que la historia parece estar a punto de repetirse, aunque ya no como comedia, mientras los hijos de los que siempre han tenido cosas juegan a imaginarse invulnerables, porque: "si ya no hay historia, ni cambios, no hay nada por lo que valga la pena molestarse, excepto uno mismo".

Pero, o mucho me equivoco, o ellos descubrirán de la peor manera que los que los miran desde afuera no piensan igual. Para los excluidos, la historia ni siquiera ha comenzado. Ni saben que ha existido.
Creo que la labor de la verdadera intelectualidad es desarrollar un nuevo sistema de pensamiento/acción. No es cierto que hayan muerto las ideologías. Han fallecido los intelectuales que las pensaron, y los poderes han generado falsos intelectuales incapaces de imaginar nuevas.
La regeneración de una ideología del compartir y respetar es tan imprescindible como la comida de todos los días. Tal vez podamos evitar que las puertas de los countries –y las calles de las ciudades- tengan cada vez más guardias armados. Porque, de todas maneras, ningún ejército será suficiente si los bárbaros deciden dejar de ser corderos.

Aclaremos: para mí la violencia no es el resultado de la ignorancia, sino de la desesperación, y desde luego, idealizar (no sólo a los violentos, sino a cualquiera), se enmarca también -a mi modesto juicio- en la tontería infinita. Pero tal vez el problema en esta cuestión sea que siempre nos ubicamos en uno u otro de los extremos: o “violentos” a ultranza, o “pacifistas” de la otra mejilla. Y como dice Heredia, en el mundo hay (afortunadamente) grises de infinitas intensidades.
Generalmente sólo mencionamos como “violencia” el terrorismo, el asesinato, la violación, las golpizas familiares, y no los despidos injustificados, la humillación clasista, el egoísmo, la indiferencia hacia el otro, la subestimación racial. Probablemente porque, si bien ninguno de nosotros sea (creo) un violador, terrorista, golpeador o asesino, sí podríamos muchos de nosotros encuadrarnos en alguna de las otras categorías más “suaves”.

Porque, en última instancia, aún no he conocido a nadie que de sí mismo opine que es una mala persona y, no obstante, ¿creemos realmente que el mundo en su mayoría está compuesto de gente buena?
Si la respuesta es "SI, POR SUPUESTO, LA MAYORIA DE LA GENTE ES BUENA", entonces se imponen algunas preguntillas:

a) ¿Es bueno aquél que en la calle observa un robo y mira para otro lado "porque si te metés, capaz te matan a vos"?

b) ¿Es bueno el que observa pasivamente un despido en su trabajo y no se solidariza con su compañero porque “uno tiene familia que mantener”?

c) ¿Es bueno el que se enorgullece de colaborar con los pobres y dona ropa en desuso, o da limosna, pero no comparte lo que REALMENTE le dolería compartir?

d) ¿Era bueno ese casi suegro que una vez tuve, escapado de Hungría durante la guerra, de religión judía y -según él- ABSOLUTAMENTE IGUALITARIO Y ANTIRRACISTA que le cortó los víveres a su sobrina porque se le ocurrió -horror de horrores- noviar con un NEGRO?

Pongan los ejemplos que quieran. Si somos honestos con nosotros mismos, veremos que la mayoría de las veces somos buenos cuando ello no nos cuesta un verdadero sacrificio. “Porque -justifica Pepa- no es cuestión de ser héroes, sino sólo humanos”.
Pero sí es cuestión de ser héroes.

Y mártires si es necesario. Que no otra cosa es ser seres REALMENTE HUMANOS en esta época. Porque de lo contrario, todas las declamaciones sobre la bondad y la no violencia son agua de borrajas.

Si veo el dolor, y sólo me compadezco, ayudo a causarlo.
Si veo el hambre, y no comparto mi pan, (aunque tenga poco) soy el hambreador.
Si veo a un señor (violento) golpeando a una mujer y no intervengo, aunque ello signifique agarrarme a las tortas, yo también estoy golpeando.

La única diferencia es que puedo justificarme y decir, muy suelto de cuerpo: yo no fui. Pero sí habré sido.
Porque los gobiernos contra los que protestamos los elegí yo.
Porque las armas que critico yo las pago.
Porque la contaminación que tanto “me duele” la incremento CADA VEZ que tomo una lata de Coca-Cola (aluminio) o cuando lavo los platos con detergente, o cuando me pongo esa camisa que tanto me gusta, pero que, como es de tela sintética...

Todos parloteamos sobre un mundo en paz. Convivencia sana. Consumo ecológico. Equitatividad, justicia, ética, amor. Pero para cambiar algo, hay que partir de lo QUE ES, no de lo que NOS GUSTARIA QUE FUERA. Y tener siempre presente aquella puta estrofita que decía:

“hay que cambiar el viento
como la taba,
el que no cambia todo
no cambia nada”


Creo que la realidad, aunque no me guste, consiste en esta definición de convivencia: "el nivel de violencia entre individuos admitido como normal por una sociedad civilizada".
¿Pues no es violento encarcelar a un individuo por cinco, diez o veinte años? ¿Creés que va derechito al canuto voluntariamente? Ah, me dirás: pero si es un asesino..... es justo. Claro que es justo, pero es violento. La única diferencia entre mandarlo preso y el ejemplo del que mató al asesino de su hermana es que la sociedad (nosotros), hemos elegido que esos menesteres desagradables los hagan otros (policía, ejército, juzgados), y les pagamos por ello, y somos entonces ciudadanos amantes de la Ley.
Y de esa manera nosotros podemos seguir sintiéndonos limpios de pecado y culpa. (Yo no fui, yo soy bueno, yo soy pacífico). Y en verdad de verdad, no hay otra manera de hacerlo.

Pero existe una importante diferencia entre ser concientes de que somos parte del problema o pensar cómodamente que el problema siempre son “los otros” que, claro, son TAAAAAN malos....

Y mientras ser pacífico signifique quedarme sentado mirando como suceden las cosas que hacen los “otros”, los “malos”, y regodearme en mi “bondad”, le estaré pegando a la viejita, robándole el pan a los chicos, bloqueando a Cuba, coartando la libertad de prensa dentro de Cuba, invadiendo Irak, formando escuadrones de la muerte en Colombia, masacrando indígenas en México, aplaudiendo a Piñera en Chile, asesinando concejales en España, vendiendo heroína en Harlem, poniendo gas venenoso en el metro de Tokio y violando a tu hermana.

Pero, claro, nadie se dará cuenta. Ni yo mismo.

Enrique Gil Ibarra

viernes, agosto 19, 2011

"Inmolación en cámara"

Por Laura Etcharren

La banalización de los temas y el fracaso, son dos variables que pueden verse compulsivamente en la televisión. Mientras que la intimidad se volvió un negocio; los temas más urgentes de la sociedad se banalizaron en el absurdo de la negación y en la precariedad analítica.

Observamos, en la incontinencia verbal, la crueldad sin límites. Encontramos, en las miradas, la envidia por aquello que no se es. Y en algunos casos, la nostalgia por aquello que podría haber sido y no fue.

Los personajes de la Televisión hacen estallar la pantalla y el estallido impacta, inexorablemente, en las redes sociales. Como un boomerang se redoblan las frases destructivas y lo que antes podía ser gracioso, ahora, deviene en un sinsentido para el público.

Peleas que abruman ante la ausencia de contenidos.

Terminan siendo contiendas de múltiples agresiones con temas sensibles y delicados que ponen de manifiesto que más allá de la vanidad, algunos personajes del medio, se encuentran sumergidos en la hoguera de la maldad.

La liviandad del insulto y la calumnia como instalación de la duda.

Todo se convirtió en una descalificación que se inicia, siempre, a partir de un intercambio de palabras. A veces inocente, a veces armado. No importa. El resultado termina siendo la “barbarie” discursiva.

El dolo. La intención de dañar a la persona diciéndole gorda; cornuda/o; homosexual; estéril; vieja; etc.

La TV actual es el cuadro móvil de la sociedad. De todo aquello que cotidianamente ocurre. Es una catarsis constante en el que el show se mezcla con la realidad personal. Con hechos puntuales que condicionan una estructura de sentido. La estructura del televidente que ya no sabe qué es, a ciencia cierta, lo que divide la ficción de lo real.

Insisto. LA TV SE NUTRE DE LO SOCIAL PARA LUEGO FUNCIONAR DIALÉCTICAMENTE.

Existe una intencionalidad que ya no se puede enmascarar. El velo se descorrió para mostrar, con absoluta impunidad, que por un minuto de cámara o por permanecer en el medio, hasta la inmolación de la moral es funcional.

El Motor de la Decadencia: ALEJANDRA PRADON Y EL DESGASTE DE UNA IMAGEN.

Hundida en el ostracismo, Pradón vuelve a los medios, como siempre, para hablar de sus revolcones. Nunca pudo trascender los temas sexuales.

Alejandra Pradón revela lo que una mujer no tiene que ser. Los detalles de su romance con Menem y Tinelli la vuelven decadente. Poco mujer y femenina. En sus declaraciones, ella misma se falta el respeto. Lo mismo hace con los hombres que pasaron por su multitudinaria cama.

No solo es lo que cuenta sino también, cómo lo cuenta. Se presenta en los programas en una maniobrada y constante posición orgásmica.

Es el símbolo de la pena y la vergüenza. Sin embargo, apostó a eso para estar, por lo menos, durante una semana pululando por los medios. Para desempolvarse del encierro casero.

Pradón es un doble fracaso. Como artista y como dama.

Y de Pradones se va poblando, lícitamente, la TV. De diferentes edades y estéticas, brotan, como rabanitos, “las nenas de utilería” que por un minuto de cámara pueden inmolar su reputación. Mostrar su desborde porque saben que la locura da rating y la promiscuidad produce morbo.

La era voyeur está instalada. El talento, en las nuevas generaciones utileras, es casi una utopía.

El medio las acunó por escándalo. Sin embargo, son pocas las que pueden trascenderlo y demostrar que tienen un contenido más sustancial que las siliconas y el botox. Un contenido que evite el arrastre de terminar diluidas, felinamente, maniobrando el caño de un cabaret. Y no precisamente para mostrar un espectáculo artístico, sino para hacer, en puertas cerradas, el patético franeleo.

sábado, agosto 06, 2011

Falleció Claudio Díaz

El periodista Claudio Díaz, de 52 años, autor de distintos libros, reconocido por haber renunciado como empleado del Grupo Clarín en ocasión del debate público sobre la Resolución 125, e integrante de una cooperativa que administra un canal de televisión en la localidad bonaerense de Haedo, falleció esta noche como consecuencia de un cáncer sin remedio.

Díaz, en ocasión de las polémicas públicas en torno a la Resolución 125 sobre retenciones a las exportaciones agropecuarias, ejerciendo el periodismo con actitud militante decidió renunciar como empleado del Grupo Clarín sin recibir indemnización ni pago alguno cuando dirigía el suplemento zonal Morón-Ituzaingó del matutino.

Días después su casa fue asaltada por desconocidos y encapuchados que golpearon a la madre del periodista, revolvieron las pertenencias de la vivienda y no se llevaron nada de valor.

Por la decisión de Díaz de renunciar a su trabajo en Clarín, el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, lo declaró héroe civil.

Entre sus libros se destacan los títulos "Manual del antiperonismo ilustrado", "Diario de guerra. Clarín el gran engaño argentino"; y el "Movimiento Obrero Argentino".

En su trayectoria, Claudio Díaz en 1989 recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, que le entregó en persona Fidel Castro, en La Habana, por su trabajo de investigación sobre sectas en Argentina junto a Alfredo Silleta.

También el periodista fallecido integró la agrupación Oesterheld y formaba parte de la "Cooperativa de la gente cordial", que administra el Canal 4 de televisión, de la localidad de Haedo, en el conurbano bonaerense.

Persona ejemplar, de cara adolescente, Díaz se caracterizó por su valentía en el ejercicio del periodismo y en su recorrido por la profesión además se desempeñó como Secretario de Redacción de la revista Jotapé durante la década de los años 80.

A los 12 años de edad ganó el concurso del programa de televisión "Odol pregunta" al contestar sobre seleccionados de fútbol de Argentina, y con el dinero obtenido le compró una casa a su mamá.

Víctima de un cáncer de tiroides, sin remedio, Claudio Díaz falleció esta noche a las 21.50, en el Instituto del Diagnóstico en esta capital, rodeado de su familia, sus amigos y compañeros.