lunes, septiembre 26, 2011

Chávez, Evo y Obama

Por Fidel Castro Ruz (Primera Parte)

Hago un alto en las tareas que ocupan la totalidad de mi tiempo en estos días, para dedicar unas palabras a la singular oportunidad que ofrece para la ciencia política el sexagésimo sexto período de la Asamblea General de Naciones Unidas.

El acontecimiento anual demanda un singular esfuerzo de los que asumen las más altas responsabilidades políticas en muchos países. Para estos, constituye una dura prueba; para los aficionados a ese arte, que no son pocos ya que a todos afecta vitalmente, resulta difícil sustraerse a la tentación de observar el interminable pero instructivo espectáculo.

Existen, en primer lugar, infinidad de temas peliagudos y conflictos de intereses. Para gran número de los participantes es necesario tomar posición sobre hechos que constituyen flagrantes violaciones de principios. Por ejemplo: ¿qué posición adoptar sobre el genocidio de la OTAN en Libia? ¿Desea alguien dejar constancia de que bajo su dirección el gobierno de su país apoyó el monstruoso crimen realizado por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, cuyos sofisticados aviones de combate, con o sin piloto, llevaron a cabo más de veinte mil misiones de ataque contra un pequeño Estado del Tercer Mundo que cuenta apenas con seis millones de habitantes, alegando las mismas razones que ayer se utilizaron para atacar e invadir Serbia, Irak, Afganistán y hoy amenazan con hacerlo en Siria o cualquier otro país del mundo?

¿No fue precisamente el Gobierno del Estado anfitrión de la ONU quien ordenó la carnicería de Vietnam, Laos y Cambodia, el ataque mercenario de Bahía de Cochinos en Cuba, la invasión de Santo Domingo, la “Guerra Sucia” en Nicaragua, la ocupación de Granada y Panamá por las fuerzas militares de Estados Unidos y la masacre de panameños en El Chorrillo? ¿Quién promovió los golpes militares y los genocidios en Chile, Argentina y Uruguay, que costaron decenas de miles de muertos y desaparecidos? No hablo de cosas ocurridas hace 500 años, cuando los españoles iniciaron el genocidio en América, o hace 200 cuando los yanquis exterminaban indios en Estados Unidos o esclavizaban africanos, a pesar de que “todos los hombres nacen libres e iguales” como decía la Declaración de Philadelphia. Hablo de hechos ocurridos en las últimas décadas y que están ocurriendo hoy.

Estos hechos no pueden dejar de recordarse y repetirse cuando tiene lugar un acontecimiento de la importancia y el relieve de la reunión que se realiza en la Organización de Naciones Unidas, donde se pone a prueba la entereza política y la ética de los gobiernos.

Muchos de ellos representan a países pequeños y pobres necesitados de apoyo y cooperación internacional, tecnología, mercados y créditos, que las potencias capitalistas desarrolladas han manejado a su antojo.

A pesar del monopolio desvergonzado de los medios masivos de información y los métodos fascistas de Estados Unidos y sus aliados para confundir y engañar a la opinión mundial, la resistencia de los pueblos crece, y eso puede apreciarse en los debates que se están produciendo en Naciones Unidas.

No pocos líderes del Tercer Mundo, pese a los obstáculos y las contradicciones indicadas, han expuesto con valentía sus ideas. Las propias voces que emanan de los gobiernos de América Latina y el Caribe no contienen ya el acento lacayuno y bochornoso de la OEA, que caracterizó a los pronunciamientos de los Jefes de Estados en décadas pasadas. Dos de ellos se han dirigido a ese foro; ambos, el presidente bolivariano Hugo Chávez, mezcla de las razas que integran al pueblo de Venezuela y Evo Morales, de pura estirpe indígena milenaria, vertieron sus conceptos en esa reunión, uno a través de un mensaje y el otro a viva voz, respondiendo al discurso del Presidente yanki.

Telesur transmitió los tres pronunciamientos. Gracias a eso pudimos conocer desde la noche del martes 20 el mensaje del Presidente Chávez, leído detenidamente por Walter Martínez en su programa Dossier. Obama pronunció su discurso la mañana del miércoles como Jefe de Estado del país anfitrión de la ONU, y Evo pronunció el suyo en las primeras horas de la tarde de ese propio día. En aras de la brevedad tomaré párrafos esenciales de cada texto.

Chávez no pudo asistir personalmente a la cumbre de Naciones Unidas, tras 12 años de lucha sin descanso un solo día que puso en riesgo su vida y afectó su salud y hoy lucha abnegadamente por su plena recuperación. Era difícil sin embargo que su mensaje valiente no abordara el tema más álgido de la histórica reunión. Lo transcribo casi íntegramente:

“Dirijo estas palabras a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, […] para ratificar, en este día y en este escenario, el total apoyo de Venezuela al reconocimiento del Estado palestino: al derecho de Palestina a convertirse en un país libre, soberano e independiente. Se trata de un acto de justicia histórico con un pueblo que lleva en sí, desde siempre, todo el dolor y el sufrimiento del mundo.

“El gran filósofo francés Gilles Deleuze, […] dice con el acento de la verdad: “La causa palestina es ante todo el conjunto de injusticias que este pueblo ha padecido y sigue padeciendo.” Y también es, me atrevo agregar, una permanente e indoblegable voluntad de resistencia que ya está inscrita en la memoria heroica de la condición humana. […] Mahmud Darwish, voz infinita de la Palestina posible, nos habla desde el sentimiento y la conciencia de este amor: ‘No necesitamos el recuerdo/ porque en nosotros está el Monte Carmelo/ y en nuestros párpados está la hierba de Galilea./ No digas: ¡si corriésemos hacia mi país como el río!/ ¡No lo digas!/ Porque estamos en la carne de nuestro país/ y él está en nosotros.’
“Contra quienes sostienen, falazmente que lo ocurrido al pueblo palestino no es un genocidio, el mismo Deleuze sostiene con implacable lucidez: ‘En todos los casos se trata de hacer como si el pueblo palestino no solamente no debiera existir, sino que no hubiera existido nunca. Es, cómo decirlo, el grado cero del genocidio: decretar que un pueblo no existe; negarle el derecho a la existencia’.”

“…la resolución del conflicto del Medio Oriente pasa, necesariamente, por hacerle justicia al pueblo palestino; este es el único camino para conquistar la paz.

“Duele e indigna que quienes padecieron uno de los peores genocidios de la historia, se hayan convertido en verdugos del pueblo palestino; duele e indigna que la herencia del Holocausto sea la Nakba. E indigna, a secas, que el sionismo siga haciendo uso del chantaje del antisemitismo contra quienes se oponen a sus atropellos y a sus crímenes. Israel ha instrumentalizado e instrumentaliza, con descaro y vileza, la memoria de las víctimas. Y lo hace para actuar, con total impunidad, contra Palestina. De paso, no es ocioso precisar que el antisemitismo es una miseria occidental, europea, de la que no participan los árabes. No olvidemos, además, que es el pueblo semita palestino el que padece la limpieza étnica practicada por el Estado colonialista israelí.”

“…una cosa es rechazar al antisemitismo, y otra muy diferente aceptar pasivamente que la barbarie sionista le imponga un régimen de apartheid al pueblo palestino. Desde un punto de vista ético, quien rechaza lo primero, tiene que condenar lo segundo.”

“… el sionismo, como visión del mundo, es absolutamente racista. Las palabras de Golda Meir, en su aterrador cinismo, son prueba fehaciente de ello: ‘¿Cómo vamos a devolver los territorios ocupados? No hay nadie a quien devolverlos. No hay tal cosa llamada palestinos. No era como se piensa que existía un pueblo llamado palestino, que se considera él mismo como palestino y que nosotros llegamos, los echamos y les quitamos su país. Ellos no existían.’”

“Léase y reléase ese documento que se conoce históricamente como Declaración de Balfour del año 1917: el Gobierno británico se arrogaba la potestad de prometer a los judíos un hogar nacional en Palestina, desconociendo deliberadamente la presencia y la voluntad de sus habitantes. Hay que acotar que en Tierra Santa convivieron en paz, durante siglos, cristianos y musulmanes, hasta que el sionismo comenzó a reivindicarla como de su entera y exclusiva propiedad.”

“Al concluir la Segunda Guerra Mundial, se exacerbaría la tragedia del pueblo palestino, consumándose la expulsión de su territorio y, al mismo tiempo, de la historia. En 1947 la ominosa e ilegal resolución 181 de las Naciones Unidas recomienda la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo control internacional (Jerusalén y Belén). Se concedió, […] el 56% del territorio al sionismo para la constitución de su Estado. De hecho, esta resolución violaba el derecho internacional y desconocía flagrantemente la voluntad de las grandes mayorías árabes: el derecho de autodeterminación de los pueblos se convertía en letra muerta.”

“…contra lo que Israel y Estados Unidos pretenden hacerle creer al mundo, a través de las transnacionales de la comunicación, lo que aconteció y sigue aconteciendo en Palestina, digámoslo con Said, no es un conflicto religioso: es un conflicto político, de cuño colonial e imperialista; no es un conflicto milenario sino contemporáneo; no es un conflicto que nació en el Medio Oriente sino en Europa.

“¿Cuál era y cuál sigue siendo el meollo del conflicto?: Se privilegia la discusión y consideración de la seguridad de Israel, y para nada la de Palestina. Así puede corroborarse en la historia reciente: basta con recordar el nuevo episodio genocida desencadenado por Israel a través de la operación ‘Plomo Fundido’ en Gaza.

“La seguridad de Palestina no puede reducirse al simple reconocimiento de un limitado autogobierno y autocontrol policiaco en sus ‘enclaves’ de la ribera occidental del Jordán y en la franja de Gaza, dejando por fuera no solo la creación del Estado palestino, sobre las fronteras anteriores a 1967 y con Jerusalén oriental como su capital, los derechos de sus nacionales y su autodeterminación como pueblo, sino, también, la compensación y consiguiente vuelta a la Patria del 50% de la población palestina que se encuentra dispersa por el mundo entero, tal y como lo establece la resolución 194.

“Es increíble que un país (Israel) que debe su existencia a una resolución de la Asamblea General, pueda ser tan desdeñoso de las resoluciones que emanan de las Naciones Unidas, denunciaba el padre Miguel D’Escoto cuando pedía el cese de la masacre contra el pueblo de Gaza, a finales de 2008 y principios de 2009.”

“Es imposible ignorar la crisis de Naciones Unidas. Ante esta misma Asamblea General sostuvimos, en el año 2005, que el modelo de Naciones Unidas se había agotado. El hecho de que se haya postergado el debate sobre la cuestión palestina, y que se le esté saboteando abiertamente, es una nueva confirmación de ello.

“Desde hace ya varios días Washington viene manifestando que vetará en el Consejo de Seguridad lo que será resolución mayoritaria de la Asamblea General: el reconocimiento de Palestina como miembro pleno de la ONU. Junto a las Naciones hermanas que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en la Declaración de reconocimiento del Estado palestino, hemos deplorado, desde ya, que tan justa aspiración pueda ser bloqueada por esta vía. Como sabemos, el imperio, en este y en otros casos, pretende imponer un doble estándar en el escenario mundial: es la doble moral yanqui que viola el derecho internacional en Libia, pero permite que Israel haga lo que le dé la gana, convirtiéndose así en el principal cómplice del genocidio palestino a manos de la barbarie sionista. Recordemos unas palabras de Said que meten el dedo en la llaga: ‘Debido a los intereses de Israel en Estados Unidos, la política de este país en torno a Medio Oriente es, por tanto, israelocéntrica.’”

“Quiero finalizar con la voz de Mahmud Darwish en su memorable poema: ‘Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: sobre esta tierra está la señora de la tierra, la madre de los comienzos,/ la madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina./ Señora: yo merezco, porque tú eres mi dama, yo merezco vivir.’”

“Se seguirá llamando Palestina: ¡Palestina vivirá y vencerá! ¡Larga vida a Palestina libre, soberana e independiente!

“Hugo Chávez Frías

“Presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.

Cuando la reunión se inició en la mañana siguiente sus palabras estaban ya en el corazón y la mente de las personas allí reunidas.

El líder bolivariano nunca fue enemigo del pueblo judío. Hombre de particular sensibilidad, detestaba profundamente el brutal crimen cometido por los nazis contra niños, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos en los campos de concentración donde también fueron víctimas de atroces crímenes e intento de exterminio los gitanos, que nadie sin embargo recuerda y nunca se mencionan. Igualmente cientos de miles de rusos perecieron en esos campos de exterminio como raza inferior en el concepto racial nazi.

Cuando Chávez regresó a su país, procedente de Cuba, la noche del jueves 22 de septiembre, se refirió con indignación al discurso pronunciado por Barack Obama en las Naciones Unidas. Pocas veces lo escuché hablar con tanto desencanto sobre un líder al que trataba con determinado respeto, como una víctima de la propia historia de la discriminación racial en Estados Unidos. Nunca lo consideró capaz de actuar como lo habría hecho George Bush y conservaba un recuerdo respetuoso de las palabras intercambiadas con él en la reunión de Trinidad y Tobago.

“Ayer estuvimos oyendo un conjunto de discursos, anteayer también, allá en Naciones Unidas, discursos precisos como el de la presidenta Dilma Rousseff; discurso de alto valor ético como el del presidente Evo Morales; un discurso que pudiéramos catalogar como un monumento al cinismo, el discurso del presidente Obama, es un monumento al cinismo que su propia cara delataba, su propia cara era un poema; un hombre llamando a la paz, imagínate tú, Obama llamando a la paz, ¿con qué moral? Un monumento histórico al cinismo el discurso del presidente Obama.

“Discursos precisos, orientadores, estuvimos oyendo: el del presidente Lugo, el de la presidenta argentina, fijando posiciones valientes ante el mundo.”

Cuando se inició la reunión de Nueva York la mañana del miércoles 21 de septiembre, el Presidente de Estados Unidos, –tras las palabras de la Presidenta de Brasil que inició los debates, y después de la presentación de rigor– ocupó el podio e inició su discurso.

“En siete décadas, ―comenzó diciendo― cuando la ONU impidió que hubiese una Tercera Guerra Mundial, seguimos en un mundo marcado por el conflicto y plagado de pobreza; cuando proclamamos nuestro amor por la paz y odio por la guerra, sigue habiendo convulsiones en el mundo que nos ponen a todos en peligro.”

No se sabe cuál sería el momento en que según Obama, la ONU impidió una Tercera Guerra Mundial.

“Asumí el cargo en un momento de dos guerras para Estados Unidos, una guerra contra el extremismo, que nos llevó a la guerra; en primer lugar, Osama Bin Laden y su organización Al-Qaeda seguían libres. Hoy establecimos una nueva dirección, al final de este año las operaciones militares en Iraq van a terminar, vamos a tener relaciones normales con un país soberano, miembro de la comunidad de naciones. Esa alianza se fortalecerá con el fortalecimiento de Iraq, de su fuerza de seguridad, de su gobierno, de su pueblo y también de sus aspiraciones.”

¿De qué país está realmente hablando Obama?

“Al poner fin a la guerra en Iraq, Estados Unidos y sus aliados comenzarán la transición en Afganistán; tenemos un país en Afganistán que puede asumir la responsabilidad del futuro de su país, a medida que lo hacen vamos sacando nuestras propias fuerzas y vamos construyendo una alianza solidaria con el pueblo afgano. No debe haber duda, entonces, de que la ola de la guerra está revirtiéndose.

“Asumí el poder cuando miles de estadounidenses servían en Afganistán y en Iraq, al final de este año ese número va a reducirse a la mitad y seguirá disminuyendo. Esto es fundamental para la soberanía, tanto de Iraq como de Afganistán y también esencial para el fortalecimiento de la ONU y de Estados Unidos, cuando construimos nuestra propia nación; además, estamos saliendo de allí con una posición fuerte. Hace 10 años había una herida abierta y hierros retorcidos, un corazón roto en el centro de esta ciudad; hoy cuando se levanta una nueva torre simboliza la renovación de Nueva York; hoy Al-Qaeda tiene más presiones que nunca, su liderazgo ha sido degradado, Osama Bin Laden, un hombre que mató miles de personas de docenas de países, ya no pondrá en peligro la paz del mundo.”

¿De quién fue aliado Bin Laden, quién realmente lo entrenó y armó para combatir a los soviéticos en Afganistán? No fueron los socialistas, ni los revolucionarios en ninguna parte del mundo.

“Esta década ha sido muy difícil, […] pero hoy estamos en la encrucijada de la historia, con la oportunidad de movernos de manera decisiva hacia la paz, para hacerlo debemos volver a la sabiduría de los que crearon esta institución. Las Naciones Unidas y su Carta, insta a que nos unamos para mantener la paz y la seguridad internacionales.”

¿Quién tiene bases militares en todas partes del mundo, quién es el mayor exportador de armas, quién posee cientos de satélites espías, quién invierte más de un millón de millones de dólares anuales en gastos militares?

“Este año ha sido un momento de grandes transformaciones, más naciones han avanzado para mantener la paz y la seguridad y más individuos están reclamando su derecho a vivir en paz y en libertad.”

Cita luego los casos de Sudán del Sur y Costa de Marfil. No dice que en el primero, las trasnacionales yanquis se lanzaron sobre las reservas petroleras de ese nuevo país, cuyo presidente en esa propia Asamblea de la ONU, dijo que era un recurso valioso, pero agotable y proponía el uso racional y optimo del mismo.

Tampoco expresó Obama que la paz, en Costa de Marfil, fue alcanzada con el apoyo de los soldados colonialistas de un eminente miembro de la belicosa OTAN que acaba de lanzar miles de bombas sobre Libia.

Menciona poco después a Túnez, y atribuye a Estados Unidos el mérito del movimiento popular que derrocó al gobierno de ese país, un aliado del imperialismo.

Más asombroso todavía, Obama pretende ignorar que Estados Unidos fue el responsable de que en Egipto se instalara el gobierno tiránico y corrupto de Hosni Mubarak, que ultrajando los principios de Nasser, se alió al imperialismo, arrebato a su país decenas de miles de millones y tiranizó a ese valeroso pueblo.

“Hace un año, ―afirma Obama― Egipto había tenido un presidente durante casi 30 años. Durante 18 días los ojos del mundo estaban centrados en la plaza Taghir, donde los egipcios de todas las partes de la sociedad, jóvenes, niños, mujeres, hombres, musulmanes y cristianos, demandaban sus derechos universales. Vimos en esos manifestantes la fuerza de no violencia que nos ha llevado de Nueva Delhi a Selma y vimos que el cambio llegó a Egipto y al mundo árabe por medios pacíficos.”

“Día a día frente a las balas y a las armas el pueblo libio no renunció a su libertad, y cuando fueron amenazados por esa atrocidad que hemos visto mucho en los últimos siglos, la ONU respetó su Carta, el Consejo de Seguridad autorizó las medidas necesarias para evitar una masacre en Libia. La Liga Árabe exigió esta intervención, hubo una alianza y una coalición para evitar el avance de las fuerzas de Gaddafi.”

“Ayer los líderes de una nueva Libia tomaron su lugar aquí, con nosotros, y esta semana las Naciones Unidas y Estados Unidos están abriendo su nueva embajada en Trípoli.

“He aquí cómo la comunidad internacional debe funcionar, y debería funcionar: las naciones que se unan para buscar la paz y la seguridad y los individuos que exigen sus derechos.

“Todos nosotros tenemos la responsabilidad de apoyar a la nueva Libia, el nuevo gobierno libio que enfrenta transformar esta promesa en una bendición para todos los libios.”

“El régimen de Gaddafi acabó, Gbagbo, Ben Ali, Mubarak, ya no están en el poder. Osama Bin Laden se ha ido, y la idea de que el cambio solamente puede llegar por la violencia ha sido enterrado junto con él.”

Observen la forma poética con que Obama despacha el asunto de Bin Laden, cualquiera que haya sido la responsabilidad de este antiguo aliado, ejecutado con un disparo en el rostro delante de su esposa y sus hijos, y lanzado al mar desde un portaaviones, ignorando costumbres y tradiciones religiosas de más de mil millones de creyentes y principios jurídicos elementales establecidos por todos los sistemas penales. Tales métodos no conducen ni conducirán jamás a la paz.

“Algo está pasando en nuestro mundo, —prosigue respecto a Libia― la manera como las cosas han sido es como será en el futuro. La mano de la tiranía ha terminado, los tiranos han sido ignorados y el poder lo tiene ahora el pueblo. Los jóvenes rechazan la dictadura, rechazan la mentira de que algunas razas, algunos pueblos, algunas etnias no merecen la democracia.
“La promesa en papel de que todos nacemos libres y con el mismo derecho cada vez está más cerca de ser realidad […] La medida del éxito es si las personas pueden vivir en una libertad, dignidad y seguridad sustentable, y la ONU y sus miembros deben hacer lo necesario para apoyar estas aspiraciones básicas, y tenemos más trabajo que hacer en este sentido.”
De inmediato la emprende contra otro país musulmán donde como es conocido, sus servicios de inteligencia junto a los de Israel, asesinan sistemáticamente a los científicos más destacados de la tecnología militar.

Acto seguido amenaza a Siria, donde la agresividad yanqui puede conducir a una masacre mucho más espantosa que la de Libia: “Hoy, hombres, mujeres y niños han sido asesinados y torturados por el régimen de Siria; miles han sido asesinados, muchos durante el período sagrado del Ramadán; miles han atravesado la frontera de Siria.

“El pueblo sirio ha mostrado dignidad y valentía en su búsqueda de justicia, protestando pacíficamente y muriendo por los mismos valores que esta institución defiende. Ahora bien, la cuestión es sencilla: ¿Vamos a apoyar al pueblo sirio o vamos a apoyar a sus opresores? La ONU ya ha aplicado sanciones a los líderes sirios. Apoyamos la transferencia de poder que responda al deseo del pueblo sirio, y muchos se nos han unido en este esfuerzo; pero por el bien de Siria y la paz y seguridad del mundo debemos hablar con una sola voz: no hay excusa para la acción. Ha llegado el momento para que el Consejo de Seguridad sancione al régimen de Siria y apoye al pueblo sirio.”

¿Ha quedado acaso algún país excluido de las amenazas sangrientas de este ilustre defensor de la seguridad y la paz internacional? ¿Quién concedió a Estados Unidos tales prerrogativas?

“En la región, debemos responder a los llamados por el cambio. En Yemen, mujeres, niñas, hombres se han reunido en las plazas, todos los días, con la esperanza de que su determinación y el derrame de su sangre lleve a un cambio. El pueblo estadounidense apoya esas aspiraciones. Debemos trabajar con los vecinos y los socios en el mundo para buscar un camino que lleve a una transición pacífica del gobierno de Saleh, y que haya elecciones libres y justas lo más pronto posible.

“En Bahrein se han tomado medidas para la reforma en la rendición de cuentas. Estamos contentos con ello, pero se requiere mucho más. Somos amigos de Bahrein, y seguiremos exigiéndoles al gobierno y a los opositores que busquen un diálogo significativo que llegue a cambios pacíficos y cumpla los deseos del pueblo. Creemos que el patriotismo de Bahrein puede ser mayor que el sectarismo que le separa; es difícil, pero se puede lograr.”

No menciona en absoluto que allí se encuentra una de las mayores bases militares de la región y que las transnacionales yanquis controlan y disponen a su antojo de las mayores reservas de petróleo y gas de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes.
“Creemos que cada nación debe tener su propio camino para lograr satisfacer las aspiraciones de los pueblos. No podemos estar de acuerdo con todos aquellos que se expresan políticamente, pero siempre vamos a estar defendiendo los derechos universales que fueron apoyados por esta Asamblea, derechos que dependen de elecciones libres y justas, gobiernos transparentes y que rindan cuentas, respeto por los derechos de las mujeres y las minorías, justicia igual y justa. Eso merece nuestro pueblo. Estos son los elementos de la paz que pueden durar.”

“…Estados Unidos va a seguir apoyando a las naciones que van hacia la democracia con mayor comercio e inversión, para que la libertad sea seguida por la oportunidad. Continuaremos nuestro compromiso con los gobiernos, pero también con la sociedad civil, estudiantes, empresarios, partidos políticos, la prensa, los medios.

“Hemos condenado a los que violan los derechos humanos e impiden que lleguen a esos países. Castigamos a los que violan esos derechos, y siempre vamos a servir como una voz de aquellos que han sido silenciados.”

Después de esta larga perorata, el insigne Premio Nobel entra en el espinoso tema de su alianza con Israel que por cierto, no figura entre los privilegiados poseedores de uno de los más modernos sistemas de armas nucleares y medios capaces de alcanzar objetivos distantes. Conoce perfectamente bien cuan arbitraria e impopular es esa política.

“Sé que esta semana hay un tema que es fundamental en este sentido, para estos derechos. Es una prueba para la política exterior de Estados Unidos cuando el conflicto entre Israel y palestinos continúa. Hace un año estuve en este podio e insté para que hubiese una Palestina libre. Creí entonces, y lo creo hoy, que el pueblo palestino merece su Estado, pero también dije que una paz genuina solo puede lograrse entre israelíes y palestinos mismos. Un año después, a pesar de muchos esfuerzos de Estados Unidos y otros, las partes no han podido salvar sus diferencias. Ante este estancamiento he planteado una nueva base de negociaciones, lo hice en mayo último. Esa base es clara, es conocida para todos: los israelíes deben saber que cualquier acuerdo debe tener garantías para su seguridad; los palestinos deben conocer las bases territoriales de su Estado. Yo sé que muchos han estado frustrados por la falta de avances, y yo también lo he estado y lo estoy. La cuestión no es la meta que buscamos, sino cómo logramos esa meta.”

“La paz exige mucho trabajo, la paz no va a llegar por resoluciones ni declaraciones ante la ONU, si fuese tan fácil ya se hubiera logrado. Los israelíes y los palestinos deben sentarse, y van a vivir juntos, son ellos los que deben buscar una solución viable en sus fronteras, deben buscar una solución sobre Jerusalén, sobre los refugiados. La paz depende del acuerdo entre aquellos que deben vivir juntos después que culminen nuestros discursos, mucho después de que nosotros hayamos votado.”

Se extiende a continuación en una larga perorata para explicar y justificar lo inexplicable y lo injustificable.

“…No hay duda al respecto de que los palestinos han visto esto retrasado por demasiado tiempo, y es justamente porque creemos tanto en las aspiraciones del pueblo palestino que Estados Unidos ha invertido tanto tiempo y tanto esfuerzo en construir un Estado palestino y negociaciones que puedan cumplir esta meta del Estado palestino; pero hay que entender esto también, Estados Unidos hizo un compromiso con la seguridad de Israel, es esencial; nuestra amistad es profunda y duradera con este Estado israelí.”

“El pueblo judío ha formado un Estado exitoso y merece reconocimiento y relaciones normales con sus vecinos, y los amigos de los palestinos no le hacen ningún favor al ignorar esta verdad.

“…cada lado tiene aspiraciones legítimas, y eso es parte de lo que hace la paz, algo tan difícil, y el plazo final solamente podrá romperse cuando cada parte aprenda a estar en los zapatos del otro, cada parte pueda ver el mundo a través de los ojos del otro. Eso debemos alentarlo, debemos promover esto.”

Mientras tanto, los palestinos permanecen desterrados de su propia patria, sus casas son destruidas por monstruosos equipos mecánicos y un muro odioso, mucho más alto que el de Berlín, separa a unos palestinos de otros. Lo mejor que podía haber reconocido Obama es que los propios ciudadanos israelíes están ya cansados del derroche de recursos invertidos en la esfera militar, que los priva de paz y de acceso a los medios elementales de vida. Igual que los palestinos, ellos están sufriendo las consecuencias de esas políticas impuestas por Estados Unidos y los elementos más belicosos y reaccionarios del Estado sionista.

“A medida que hacemos frente a estos conflictos y a estas revoluciones debemos reconocer y recordar que […] la paz verdadera depende de crear la oportunidad que hace que la vida valga la pena ser vivida, y para ello debemos confrontar enemigos comunes de la humanidad: las armas nucleares, la pobreza, la ignorancia y la enfermedad.”

¿Quién entiende este galimatías del Presidente de Estados Unidos ante la Asamblea General?

Acto seguido postula su ininteligible filosofía:

“Para hacer frente a la destrucción mundial debemos luchar por un mundo sin armas nucleares; en los últimos dos años comenzamos a andar ese sendero. Desde la Cumbre en Washington muchas naciones han comenzado a garantizar asegurar su material nuclear contra los posibles terroristas.”

¿Puede haber terrorismo mayor que la política agresiva y belicosa de un país cuyo arsenal de armas nucleares podría destruir varias veces la vida humana en este planeta?

“Estados Unidos va a continuar trabajando para prohibir la prueba de materiales nucleares y de los materiales para estas armas nucleares”, nos sigue prometiendo Obama. “Hemos comenzado, entonces, a avanzar en el sentido correcto. Estados Unidos está comprometido a cumplir con sus obligaciones; pero cuando cumplimos con nuestras obligaciones esperamos que las instituciones también ayuden a limitar la expansión de estas armas […] Irán no ha podido demostrar que su programa de armas nucleares es pacífico.”

¡Vuelve con la matraquilla! Pero esta vez Irán no está sola; la acompaña la República Democrática de Corea.
“Corea del Norte todavía tiene que tomar medidas para reducir sus armas y reducir su beligerancia contra el Sur. Hay un futuro de muchas oportunidades para los pueblos de esas naciones si sus gobiernos cumplen con sus obligaciones internacionales; pero si continúan en el sendero fuera del derecho internacional, deben sentir mayores presiones de aislamiento, por eso es que nuestro compromiso hacia la paz y la seguridad exigen que esto se haga de esta manera.”

Continuará

viernes, septiembre 23, 2011

Juan Vattuone: “Hubo 30.000 desaparecidos y el tango se quedó callado”

El cantante y compositor Juan Vattuone, una voz original y distante del tradicionalismo en el universo del tango, aseguró que el género "tuvo un ala derechosa" y, como consecuencia de ello, "hubo 30 mil desaparecidos y el tango se quedó callado".

"Hubo 30 mil desaparecidos y el tango se quedó callado. El rock, en cambio, ha tenido posibilidades de expresarse en ese mismo contexto", reflexionó Vattuone, de 61 años, en diálogo con Télam.


El cantante ofreció su mirada del género en la vecindad de la presentación de su más reciente disco, "Escuchame una cosa", el viernes, desde las 20.30, como parte del ciclo de Música Popular de la Casa de la Cultura-Fondo Nacional de las Artes (Rufino de Elizalde 2831).

"Sin ofender a nadie -aclaró- creo que el tango tuvo un ala derechosa y que un poco por esa razón no se admitían tangos nuevos. Había algo así como aquello de la película de (María Luisa) Bemberg, un `De eso no se habla`", afirmó Vattuone.

El compositor destacó que "siempre existieron poetas y juglares que contaban la verdad, lo que le pasaba al pueblo", pero enfatizó que esa mirada "no se difundía".

"A mí me han dicho trasgresor, que me parezco más a un rockero que a un tanguero, no sé si todas esas cosas me identifican, pero sí sé que me interesa la cultura popular y no el tango oficial que pasan en la radio 2x4", agregó.

-¿Ha quedado atrás esa mirada prejuiciosa que condenaba a los nuevos creadores en el tango?

-Cuando yo empecé el tango era algo mersa, pero lo abracé porque vengo de una familia de artistas. Hoy los jóvenes se acercan mucho al tango y a mi obra porque creo que me ven como un puente entre el tango consagrado y el tango de este tiempo.

-¿Qué valores del tango rescatan los jóvenes que se acercan al género en este momento?

-Yo rescato aquello que el tango tiene de candombe, de milonga, de habanera, porque el principio de la historia estuvo nutrido por los inmigrantes. Sobre todo eso, además, utilizo el lunfardo y el humor.



"Ni olvido ni perdón" - Juan Vattuone

Los jóvenes me parece que tienen menos prejuicios para abordar el género. Este movimiento empezó hace alrededor de 15 años y sabía que iba a florecer en algún momento. Del mismo modo que hubo un florecer en la política desde el 2003, que marca un contraste con el sentimiento del `Que se vayan todos`.

-¿Usted tuvo que luchar a contramano de una mirada más prejuiciosa que la que está presente en la actualidad?

-Claro, cuando yo grabé 15 tangos con letra y música ("Tangos al mango", 2005) era como una mala palabra dentro del ambiente. Los grandes tangueros no permitían cantar nuevos tangos.

También por eso es que hay pocos cantautores en el tango. Lo es Cacho Castaña; lo fue Rubén Juárez; y lo soy yo, que compongo las letras y músicas de aquello que canto.

-¿Hubo un tango marginal en los años `80 y `90?

-En mis conciertos siempre presentamos el libro "Tango oculto", de mi mujer, Silvia Boggiano, que reseña a más de 200 músicos y poetas que es como si no existieran en los medios de comunicación: Aacho Estol, Alfredo Rubín, Raimundo Rosales... tantos más.

-¿Por qué razón se le ocurre que esos artistas no son aceptados por los medios masivos?

-Por prejuicio, por ignorancia. Porque tienen una audiencia cautiva y, por ejemplo, pasan tangos para la gente de 60, 70, 80 años. Son muy pocos los espacios para la difusión de la música, inclusive en la televisión abierta.

Contra todo eso yo me levanté sin prever lo que iba a suceder. Me siento un quijote.

Morir el día de la primavera

Hace tres años moría Hugo Soria.

Hugo Soria tenía un trabajo de esos que no le gusta a casi nadie, quizás uno de los más despreciados de la escala social. Cuando yo era chico mi papá me decía que si no estudiaba iba a terminar juntando basura. Y era terrible. No por el trabajo en sí, pues a los ojos de un niño recorrer la ciudad arriba de un camión inmenso y ruidoso era comparable a las correrías de Sandokán y los piratas de Malasia. Lo terrible es que los recolectores de basura andan siempre corriendo, siempre dando grandes voces entre chirridos de frenos y ruido de motores. Siempre apurados. Mucho no ha cambiado la cosa, pues sigo escuchando casi los mismos gritos, casi los mismos ruidos, y con el mismo apuro. Un amigo me decía que los recolectores de basura deberían tener los sueldos más altos ya que hacen el trabajo más sucio -literalmente hablando- que nadie quiere hacer. Y jamás de los ve ociosos, muy por el contrario, siempre están como atrasados en cumplir vaya a saber uno qué planilla de horarios de vaya a saber qué oficina. Lo terrible es la urgencia del horario. Y qué oprobiosa carga debe tener la basura en el imaginario colectivo ya que cuando queremos descalificar y humillar a alguien decimos "es una basura", o algo así.

Pues Hugo Soria hacía eso, juntaba basura, tenía veintidós años y una vida por delante. Y toneladas de basura de los otros recorrida entre sus manos, pasada por su cuerpo, atravesada en su alma. Trabajaba para la empresa Cliba en la ciudad de Córdoba, iban -seguramente apurados, como siempre- por el barrio General Paz cuando se resbaló del camión y quedó atrapado bajo las impiadosas ruedas del camión. Era el día de la primavera. Un humilde trabajador, dirán los caretas. Un buen muchacho, replicarán los más. Un empleado desafortunado, murmurarán los dueños de Cliba, mientras administran su reemplazo. Tal vez una esposa o una novia, tal vez un amigo, tal vez su mamá y su papá, tal vez lo lloren y le dejen una flor de esta flamante primavera, que él no pudo ver.

Y yo, que pude zafar de ser recolector de basura porque mi papá me amenazaba para que estudiara, no sé cuántas lágrimas habrá que verter por Hugo Soria en un tiempo donde el imperativo categórico es juntar títulos y bienes, y sobre todo dinero, mucho dinero, porque la posesión de objetos en este mundo capitalista y mezquino, tramposo y miserable, es sinónimo de éxito. Resulta escandaloso darse cuenta que para que algunos pocos no pierdan su tiempo mientras juntan plata, mucha plata, muchos Hugo Soria se encargan de juntarles la basura.

Una flor y una lágrima para Hugo Soria, un buen muchacho.

22 de septiembre 2008

http://horaciosacco.blogspot.com

lunes, septiembre 12, 2011

Pero no lo contó la TV

No compro teorías conspirativas, pero es cierto que hay inconsistencias, información que ha sido ocultada deliberadamente, y que sin duda el atentado ha permitido que Estados Unidos, desde el 2001, se diera el lujo tan ansiado por sus halcones de cagarse -pública y abiertamente- en todos los derechos civiles de todo el mundo, no sólo de los "no americans" sino de los propios ciudadanos yanquis.

viernes, septiembre 09, 2011

¿Había otra alternativa? (Rememorando el 11-S una década después)

Por Noam Chomsky (Traducido del inglés por Sinfo Fernández)

Nos estamos aproximando al décimo aniversario de las horrendas atrocidades acaecidas el 11 de septiembre de 2001, unos hechos que, según se considera a amplios niveles, cambiaron el mundo. El pasado 1 de mayo un equipo de los comandos de elite estadounidenses, los SEAL de la Marina, asesinaron al presunto cerebro del crimen, Osama bin Laden, después de capturarle, desarmado e indefenso, a través de la Operación Jerónimo.

Un grupo de analistas ha observado que aunque finalmente se haya acabado con Bin Laden, éste consiguió, no obstante, algunos éxitos importantes en su guerra contra EEUU. “Afirmó repetidamente que el único camino para sacar a EEUU del mundo musulmán y derrotar a sus sátrapas era involucrar a los estadounidenses en una serie de pequeñas pero onerosas guerras que les llevaran finalmente a la bancarrota”, escribe Eric Margolis. “‘Sangrar a Estados Unidos’, en sus propias palabras”. A EEUU, primero bajo George W. Bush y después con Barack Obama, le faltó tiempo para precipitarse en la trampa… Resulta grotesco que los inflados desembolsos militares y la dependencia de la deuda… puedan ser el legado más pernicioso del hombre que pensaba que podía derrotar a EEUU”, especialmente en unos momentos en que la extrema derecha está cínicamente explotando el tema de la deuda, con la connivencia del establishment demócrata, para socavar lo que queda de programas sociales, educación pública, sindicatos y, en general, las barreras que aún resisten ante la tiranía de las corporaciones.



Que Washington se inclinó por cumplir los más fervientes deseos de bin Laden fue algo que se puso en evidencia de inmediato. Como expuse en mi libro “9-11”, escrito poco después de que ocurrieran los ataques, nadie con conocimiento sobre la región fue capaz de reconocer “que un ataque masivo contra una población musulmana era la respuesta a las plegarias de bin Laden y sus socios, y que conduciría a EEUU y a sus aliados hacia una ‘trampa diabólica’, como señaló el ministro francés de Asuntos Exteriores”.

El importante analista de la CIA responsable desde 1996 de seguirle el rastro a Osama bin Laden, Michael Scheuer, escribió poco después que “bin Laden le ha precisado muy bien a EEUU las razones por las que está emprendiendo la guerra contra nosotros. [Él] está decidido a cambiar drásticamente las políticas estadounidenses y occidentales hacia el mundo islámico”, y en gran medida lo ha conseguido: “Las fuerzas y políticas de EEUU están completando la radicalización del mundo islámico, algo que Osama bin Laden trató de conseguir con un éxito sustancial aunque incompleto desde los primeros años de la década de 1990. Como consecuencia, pienso que es justo concluir que los EEUU de América siguen siendo el único aliado indispensable de bin Laden”. Y bien podría decirse que así sigue siendo incluso después de su muerte.

El primer 11-S

¿Había alternativa? Hay muchas posibilidades de que el movimiento yihadista, gran parte de él muy crítico hacia bin Laden, se hubiera dividido y debilitado tras el 11-S. “El crimen contra la humanidad”, como fue justamente denominado, podría haberse considerado como tal crimen y haber llevado a cabo una operación internacional para apresar a los posibles sospechosos. Pero aunque en aquel momento se reconoció tal posibilidad, ni siquiera se pasó a considerar la idea de hacerlo así.

En “11-9”, citaba la conclusión de Robert Fisk de que el “horrendo crimen” del 11-S se cometió de forma “perversa y con una crueldad impresionante”, una valoración certera. Es útil tener en mente que los crímenes podrían haber sido incluso peores. Supongamos, por ejemplo, que el ataque hubiera llegado hasta a bombardear la Casa Blanca, matar al presidente, imponer una dictadura militar brutal que asesinara a miles y torturara a decenas de miles mientras establecía un centro internacional de terror para ayudar a imponer estados similares de tortura y terror por todas partes y desarrollar una campaña internacional de asesinatos; y como estímulo adicional, hubieran traído un equipo de economistas –llamémoslos “los chicos de Kandahar”- para hundir velozmente la economía en una de las mayores depresiones de su historia. Eso, francamente, hubiera sido mucho peor que el 11-S.

Lamentablemente, este no es un pensamiento experimental. Sucedió. La única inexactitud en ese breve relato es que las cifras se habrían multiplicado por 25 para producir los equivalentes per capita en la medida apropiada. Desde luego, me estoy refiriendo a lo que en Latinoamérica se llama a menudo “el primer 11-S”, el 11 de septiembre de 1973, cuando EEUU consiguió tras intensos esfuerzos derrocar al democrático gobierno de Salvador Allende en Chile con un golpe militar que colocó en el poder al brutal régimen del general Pinochet. El objetivo, en palabras de la administración Nixon, era matar el “virus” que pudiera animar a todos aquellos “extranjeros dispuestos a putearnos” apropiándose de sus propios recursos y siguiendo de diversas maneras una política intolerable de desarrollo independiente. Al fondo estaba la conclusión del Consejo Nacional de Seguridad de que si EEUU no podía controlar Latinoamérica, no podía esperar “conseguir un orden que le fuera favorable en otros lugares del mundo”.

El primer 11-S, a diferencia del segundo, no cambió el mundo. No se produjo “nada que tuviera muy grandes consecuencias”, como Henry Kissinger aseguraba a su jefe pocos días después.

Estos acontecimientos de consecuencias pequeñas no se limitaron al golpe militar que destruyó la democracia chilena y puso en marcha la historia de horror que le siguió. El primer 11-S fue justo uno de los actos de un drama que empezó en 1962, cuando John F. Kennedy cambió la misión del ejército latinoamericano de “defensa hemisférica” –una anacrónica reliquia de la II Guerra Mundial- por “seguridad interna”, un concepto que implicó una aterradora interpretación en los círculos latinoamericanos bajo dominio estadounidense.

En la recientemente publicada por la Universidad de Cambridge “History of the Cold War”, el erudito latinoamericano John Coatsworth escribe que desde ese momento hasta “el colapso soviético en 1990, las cifras de prisioneros políticos, víctimas de tortura y ejecuciones de disidentes políticos no violentos en Latinoamérica superaron inmensamente a las de la Unión Soviética y sus satélites del Este de Europa”, incluyendo también muchos mártires religiosos y asesinatos masivos, siempre apoyados o iniciados en Washington. El último acto importante de violencia fue el brutal asesinato de seis importantes intelectuales latinoamericanos, sacerdotes jesuitas, pocos días antes de la caída del Muro de Berlín. Los autores fueron un batallón de elite salvadoreño, que ya había dejado un estremecedor rastro de sangre, recién salidos del entrenamiento de la JFK School of Special Warfare, que actuaban bajo las órdenes directas del alto mando del estado clientelista de EEUU.

Desde luego, las consecuencias de esta plaga hemisférica siguen aún reverberando.

Del secuestro y la tortura al asesinato

Todo eso, y más cosas aún del mismo cariz, se desechan como algo de escasas consecuencias y se olvidan. Aquellos cuya misión es gobernar el mundo disfrutan de una imagen más confortable, suficientemente bien articulada en el actual número de la prestigiosa (y valiosa) revista del Royal Institute of International Affairs en Londres. El artículo principal aborda “el visionario orden internacional” de la “segunda mitad del siglo XX”, marcada por “la universalización de una visión estadounidense de prosperidad comercial”. Algo hay en ese sentido, pero expresa bien poco de la percepción de quienes se llevan la peor parte.

Lo mismo ocurre respecto al asesinato de Osama bin Laden, que pone fin al menos a una fase de la “guerra contra el terror” vuelta a declarar por el presidente George W. Bush en el segundo 11-S. Permítannos volver a reflexionar sobre ese suceso y su significado.

El 1 de mayo de 2011, Obama bin Laden fue asesinado en un recinto que no contaba prácticamente con protección alguna mediante una misión de asalto de 79 SEAL de la Marina, que entraron en Pakistán en helicóptero. Después de que el gobierno facilitara y retirara muchas historias escabrosas, los informes oficiales dejaron cada vez más claro que la operación fue un asesinato planificado que violó múltiples normas elementales de derecho internacional, empezando por la invasión misma.

Parece que no hubo intento alguno de apresar a la desarmada víctima, lo que presumiblemente podrían haber hecho con facilidad 70 comandos que no enfrentaron oposición alguna, excepto, según informaron, de su mujer, también desarmada, a la que dispararon, en defensa propia, mientras “arremetía” contra ellos, según explicó la Casa Blanca.

El veterano corresponsal en Oriente Medio Yochi Dreazen y sus colegas del Atlantic fueron quienes proporcionaron una reconstrucción verosímil de los hechos. Dreazen, que anteriormente fue corresponsal en temas militares para el Wall Street Journal, es un importante periodista del National Journal Group que cubre asuntos militares y de seguridad nacional. Según su investigación, los planes de la Casa Blanca no parecían haber considerado la opción de capturar a bin Laden vivo: “La administración dejó claro al clandestino Mando Conjunto de Operaciones Especiales que querían a bin Laden muerto, según un alto funcionario estadounidense con conocimiento de las discusiones. Un oficial militar de alto rango informó sobre el asalto diciendo que los SEAL sabían que su misión no era cogerle vivo”.

Los autores añaden: “Para muchos del Pentágono y de la CIA que se habían pasado casi una década tratando de cazar a bin Laden, asesinar al combatiente era un acto necesario y justificado de venganza”. Además, “capturar vivo a bin Laden hubiera también supuesto para la administración todo un conjunto de irritantes desafíos políticos y legales”. Mejor era, pues, asesinarle y tirar su cuerpo al mar sin realizar una autopsia considerada esencial tras un asesinato, un acto que previsiblemente provocó mucha ira y escepticismo en gran parte del mundo musulmán.

Como demuestra la investigación del Atlantic, “la rotunda decisión de asesinar a bin Laden fue la más clara demostración hasta la fecha de un aspecto poco reseñado de la política contraterrorista de la administración Obama. La administración Bush capturaba a miles de sospechosos combatientes y les enviaba a campos de detención en Afganistán, Iraq y la Bahía de Guantánamo. En cambio, la administración Obama se ha centrado en eliminar a terroristas individuales en vez que tratar de cogerlos vivos”. Esta es una de las diferencias importantes entre Bush y Obama. Los autores citan al antiguo canciller de Alemania Occidental Helmut Schmidt, quien “dijo a la televisión alemana que el asalto estadounidense supuso ‘de forma absolutamente clara una violación del derecho internacional’ y que debería haberse detenido y procesado a bin Laden”, a diferencia del Fiscal General de EEUU Eric Holder, quien “defendió la decisión de matar a bin Laden aunque no supusiera una amenaza inmediata para los SEAL de la Marina, diciendo en un panel en el Congreso… que el asalto había sido ‘legal, legítimo y adecuado en todos los aspectos’”.

Los aliados criticaron asimismo el hecho de que se deshicieran el cuerpo sin realizar autopsia. El muy apreciado jurista inglés Geoffrey Robertson, que apoyó la intervención y se opuso en gran medida a la ejecución a partir de motivos pragmáticos, describió sin embargo la afirmación de Obama de que “se había hecho justicia” como un “absurdo” que debería haber resultado obvio para un antiguo profesor de derecho constitucional. La ley pakistaní “exige una investigación colonial en caso de muerte violenta, y las leyes internacionales de los derechos humanos insisten en que ‘el derecho a la vida’ exige una investigación cuando a partir de una acción policial o gubernamental se produce una muerte violenta. EEUU tiene por tanto el deber de realizar una investigación que satisfaga al mundo acerca de las verdaderas circunstancias de ese asesinato”.

Robertson nos recuerda útilmente que “no siempre fue así. Cuando llegó el momento de decidir el destino de hombres mucho más implicados que Osama bin Laden en actos perversos –los líderes nazis-, el gobierno británico quiso colgarles en las seis horas siguientes a su captura. El presidente Truman puso reparos, citando la conclusión del juez Robert Jackson de que ‘la conciencia estadounidense no debería asumir fácilmente, ni nuestros niños deberían recordar con orgullo, una ejecución sumaria… la única vía es determinar la inocencia o culpabilidad de los acusados tras una vista que fuera tan desapasionada como lo permitieran los tiempos y a partir de unos antecedentes que dejen claros nuestras razones y motivos’”.

Eric Margolis comenta que el hecho de que “Washington no haya hecho nunca pública la prueba de su afirmación de que Osama bin Laden estaba tras los ataques del 11-S”, posiblemente sea una de las razones por la que las “encuestas muestran que casi una tercera parte de los encuestados estadounidenses creen que el gobierno de EEUU y/o Israel estaban tras el 11-S”, mientras que en el mundo musulmán el escepticismo es mucho mayor. “Un juicio abierto en EEUU o en La Haya habría expuesto esas afirmaciones a la luz del día”, continúa, una razón práctica por la que Washington debería haberse sometido a la ley.

En sociedades que profesan algún respeto por la ley, se detiene a los sospechosos y se les somete a un juicio justo. Hago hincapié en la palabra “sospechosos”. En junio de 2002, el jefe del FBI Robert Mueller, en lo que el Washington Post describía como “sus más detallados comentarios públicos acerca de los orígenes de los ataques”, pudo tan solo decir que “los investigadores tienen la idea de que los ataques del 11-S contra el World Trade Center y el Pentágono procedían de los dirigentes de Al Qaida en Afganistán, que la conspiración última se preparó en Alemania y que la financiación se produjo a través de los Emiratos Árabes Unidos desde fuentes en Afganistán”.

Lo que el FBI creía y pensaba en junio de 2002 no era lo que sabía ocho meses antes, cuando Washington descartó las ofertas tentativas de los talibanes (si éstas eran serias es algo que ignoramos) de permitir que se juzgara a bin Laden si se les presentaban pruebas de su culpabilidad. Por tanto, no es verdad, como el presidente Obama afirmó en su declaración en la Casa Blanca tras la muerte de bin Laden, que “nosotros supimos rápidamente que era Al Qaida quien había perpetrado los ataques del 11-S”.

No ha habido nunca razón alguna para dudar de lo que el FBI creía a mediados de 2002, pero eso nos aleja de la prueba de culpabilidad exigida en las sociedades civilizadas y, cualquiera que sea esa prueba, no justifica el asesinato de un sospechoso que al parecer podría haber sido fácilmente detenido y llevado a juicio. Y las pruebas aportadas desde entonces confirman en gran media esa apreciación. Así, la Comisión del 11-S proporcionó amplias pruebas circunstanciales del papel de bin Laden en el 11-S basadas fundamentalmente en lo dicho por los prisioneros de Guantánamo en sus confesiones. Dudo mucho que gran parte de todo eso hubiera podido sostenerse ante un tribunal independiente, si consideramos los métodos seguidos para conseguir las confesiones. Pero en cualquier acontecimiento, las conclusiones de una investigación autorizada por el Congreso, aunque convenzan a quienes las consigue, no satisfacen el nivel necesario de una sentencia emitida por un tribunal creíble, que es lo que transforma la categoría del acusado de sospechoso en culpable.

Se cuentan muchas cosas de la “confesión” de bin Laden, pero eso fue un alarde y no una confesión, con tanta credibilidad como si yo “confieso” que gané el maratón de Boston. La jactancia nos dice mucho acerca de su carácter pero nada sobre su responsabilidad en lo que él consideraba como el gran logro del que quería atribuirse el mérito.

Una vez más, todo esto es, claramente, muy independiente de los juicios que uno pueda hacer acerca de su responsabilidad, que de inmediato se estimó clara, incluso antes de la investigación del FBI y así sigue siendo aún.

Crímenes de agresión


Merece la pena añadir que gran parte del mundo musulmán reconoció la responsabilidad de bin Laden y le condenó. Un ejemplo significativo es el del distinguido clérigo libanés Sheij Fadlallah, muy respetado en general por Hizbollah y los grupos chiíes, incluso fuera del Líbano. Tenía alguna experiencia de asesinatos. A él mismo le habían intentado asesinar: mediante un camión-bomba en el exterior de una mezquita, en una operación organizada por la CIA en 1985. Logró escapar pero mataron a otras 80 personas, en su mayoría mujeres y niñas que salían de la mezquita, uno de esos innumerables crímenes que no entran en los anales del terror debido a la falacia del “error de la agencia”. El Sheij Fadlallah condenó con dureza los ataques del 11-S.

Uno de los principales especialistas en el movimiento yihadista, Fawaz Gerges, sugiere que el movimiento podría haberse escindido en aquel momento si EEUU hubiera explotado la oportunidad en vez de fomentarlo, especialmente por el ataque contra Iraq, una gran bendición para bin Laden, que produjo un agudo incremento del terrorismo, como ya habían anticipado las agencias de inteligencia. Por ejemplo, en las audiencias Chilcot para investigar los antecedentes de la invasión de Iraq, el ex jefe de la agencia de la inteligencia británica interna, el MI5, testificó que tanto la inteligencia británica como la estadounidense eran conscientes de que Sadam no constituía ninguna amenaza seria, que era probable que la invasión incrementara el terrorismo y que las invasiones de Iraq y Afganistán habían radicalizado a determinadas partes de una generación de musulmanes que consideraban las acciones militares como un “ataque contra el Islam”. Como ocurre muy a menudo, la seguridad no era una prioridad importante para la acción estatal.

Podría resultar instructivo preguntarnos a nosotros mismos cómo reaccionaríamos si una serie de comandos iraquíes hubieran aterrizado en el recinto donde pudiera encontrarse George W. Bush, le hubieran asesinado y hubieran arrojado su cuerpo al Atlántico (tras los adecuados ritos funerarios, desde luego). Indiscutiblemente, no era un “sospechoso”, pero “el que decide”, el que dio las órdenes de invadir Iraq, es decir, de cometer el “crimen internacional supremo que difiere solo de otros crímenes de guerra en que en sí mismo contiene el acumulado mal del todo” por el que los criminales nazis fueron colgados: los cientos de miles de muertos, los millones de refugiados, la destrucción de la mayor parte del país y de su patrimonio nacional y el homicida conflicto sectario que se ha extendido ahora al resto de la región. Igualmente, de forma indiscutible, estos crímenes excedían cualquier cosa que pudiera atribuírsele a bin Laden.

Decir que todo esto es indiscutible, que lo es, no implica que no se deniegue. La existencia de quienes creen que la tierra es plana no cambia el hecho de que, indiscutiblemente, la tierra no es plana. Igualmente, es indiscutible que Stalin y Hitler fueron responsables de crímenes horrendos, aunque sus leales lo nieguen. De nuevo, todo eso debería ser demasiado obvio como para tener que comentarlo, y lo es, excepto en una atmósfera de histeria tan extrema que bloquea todo pensamiento racional.

De forma parecida, es indiscutible que Bush y asociados cometieron el “crimen internacional supremo”: el crimen de agresión. El juez Robert Jackson, jefe de la acusación de EEUU en Nuremberg, definió bastante claramente ese crimen. Un “agresor”, expuso Jackson en su declaración de apertura, es un estado que es el primero en cometer acciones tales como “invadir con sus fuerzas armadas, con o sin declaración de guerra, el territorio de otro Estado…” Nadie, ni siquiera los más radicales defensores de la agresión, niega que eso fue lo que Bush y asociados hicieron.

Haríamos bien asimismo en recordar las elocuentes palabras de Jackson en Nuremberg sobre el principio de universalidad: “Si ciertos actos que violan tratados son crímenes, tienen tal carácter de crímenes, ya sea Estados Unidos o Alemania quienes los perpetren, y no estamos dispuestos a establecer una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros mismos”.

Queda claro también que las anunciadas intenciones resultan irrelevantes, aunque se crea realmente en ellas. Archivos internos revelan que los fascistas japoneses pensaban al parecer que arrasando China estaban trabajando para convertirla en un “paraíso terrestre”. Y aunque pueda ser difícil de imaginar, puede concebirse que Bush y compañía creían que estaban protegiendo al mundo de su destrucción por las armas nucleares de Sadam. Todo irrelevante, aunque los ardientes seguidores en todas partes puedan tratar de convencerse ellos mismos de otra cosa.

Nos quedan dos opciones: o Bush y asociados son culpables del “crimen internacional supremo”, incluyendo todos los males que siguieron, o declaramos que los procedimientos de Nuremberg fueron una farsa y los aliados fueron culpables de asesinato judicial.

La mentalidad imperial y el 11-S


Pocos días antes del asesinato de bin Laden, Orlando Bosch murió tranquilamente en Florida, donde residía junto a su cómplice Luis Posada Carriles y muchos otros socios del terrorismo internacional. Después de que el FBI le acusara de decenas de crímenes terroristas, Bush le garantizó a Bosch el perdón presidencial ignorando las objeciones del Departamento de Justicia, que encontraba “inevitable que esa conclusión resultara perjudicial para los intereses públicos de EEUU al proporcionar un puerto seguro a Bosch”. La coincidencia entre esas muertes trae de inmediato a la mente la doctrina de Busch II: “convertida ya en… una norma de facto de las relaciones internacionales”, que, según el renombrado especialista en relaciones internacionales de Harvard Graham Allison, “revoca la soberanía de los estados que proporcionan santuario a terroristas”.

Allison se refiere al pronunciamiento que Bush II dirigió a los talibanes: “Aquellos que alberguen terroristas son tan culpables como los mismos terroristas”. Por tanto, esos estados han perdido su soberanía y se convierten en objetivos de atentados terroristas, por ejemplo, el estado que ha albergado a Bosch y a su cómplice. Cuando Bush emitió esta nueva “norma de facto de las relaciones internacionales”, nadie pareció darse cuenta de que estaba haciendo un llamamiento a la invasión y destrucción de EEUU y al asesinato de sus criminales presidentes.

Nada de esto es problemático, por supuesto, si rechazamos el principio del juez Jackson de la universalidad y adoptamos en su lugar el principio de que EEUU se ha auto-inmunizado frente al derecho y a los convenios internacionales, como su gobierno ha dejado muy claro con frecuencia.

También merece la pena reflexionar acerca del nombre aplicado a la operación bin Laden: Operación Jerónimo. La mentalidad imperial es tan profunda que muy pocos parecen ser capaces de percibir que la Casa Blanca está glorificando a bin Laden al llamarle “Jerónimo”, el jefe indio apache que dirigió la valiente resistencia contra los invasores de los territorios apaches.

La elección casual del nombre es una reminiscencia de la facilidad con la que apodamos nuestras homicidas armas con los nombres de las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Blackhawk… Es posible que reaccionáramos de forma diferente si la Luftwaffe hubiera llamado a sus aviones de combate “Judío” y “Gitano”.

Los ejemplos mencionados caerían bajo la categoría de la “excepcionalidad estadounidense” si no fuera por el hecho de que la fácil supresión de los crímenes de uno está prácticamente siempre presente entre los estados poderosos, al menos entre aquellos que no han sido derrotados y obligados a reconocer la realidad.

Quizá la administración percibía el asesinato como un “acto de venganza”, como concluye Robertson. Y quizá el rechazo de la opción legal de un juicio refleja una diferencia entre la cultura moral de 1945 y la de hoy, como él sugiere. Cualquiera que fuera el motivo, apenas tiene que ver con la seguridad. Como en el caso del “crimen internacional supremo” perpetrado en Iraq, el asesinato de bin Laden es otra ilustración del importante hecho de que muy a menudo la seguridad no es una prioridad importante en las acciones estatales, muy al contrario de la doctrina exhibida.

*Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts. Su libro más reciente es “9-11: Was There an Alternative?” (Seven Stories Press), resumido en el presente artículo.

En memoria de los compañeros



El Ortiba