jueves, julio 26, 2012

Irreverencia del 26 de Julio


Que lejos te llevaron, compañera, que de ausencias en todos estos años,
patéticos intentos de renacerte hueca, de reescribirte, de olvidar tus mitades.
Esos pedazos enfrentados de vos que se nos mezclan, que te revelan.

Te prefiero con el pelo al vuelo. Esa es mi foto, mi memoria.
El perfil que elijo para verte.

Que otros se aferren al rodete, a la señora, a la digna esposa,
a la primera dama embajadora, los más audaces, a la “abanderada”

Yo te voto más suelta, más como tantas otras.
Una piba de adentro que sacó la cabeza, dijo basta,
y harta de que la manosearan
les pateó el ojete a las señoras de la cruz y la espada.

Te cuento que a sabiendas de tu desacuerdo te usamos de bandera.
Que nos cagamos en tus boludeces, en tus controversias, en tus medias tintas.

Te hicimos a la imagen de la lucha viva,
de los enfrentamientos, de las barricadas.
Te llevamos a Córdoba, a Rosario,
peleaste con nosotros en Mendoza y en Salta,
en las calles oscuras y el monte tucumano.

Fuiste lanza tacuara, revólver y granada. Y cada compañera
soñaba que algún día su nombre resonara
con el mismo sonido, con idéntica fuerza, con igual contenido.
Te gustara o no, vos fuiste nuestra, hermana.

A contramano de los que te prefieren blanca, pura e intocada.
Caminaste las villas, las barriadas, tomaste mate en ranchos,
copaste facultades, hiciste huelga en fábricas.

Te sacamos del cuadro y de la vela sagrada,
te dimos carne y sangre en cada operativo y en cada volanteada.

No fuimos suficiente, la deuda quedó abierta
ya no la saldaremos nosotros, ya son otros
los que recuerdan, recomienzan, son otras las banderas.

Pero en el fondo, negra, no tenés que enojarte.
Ya te estabas perdiendo -inmóvil en el tiempo-, y te trajimos viva.
Volviste guerrillera, mi negrita querida.
Te hicimos montonera.


Enrique Gil Ibarra/26 de julio del 2012

sábado, julio 14, 2012

Periodistas a la caza de adolescentes descarriados

Durante la última dictadura militar, cuando éramos estudiantes secundarios, muchos de nosotros ni siquiera nos planteábamos la posibilidad de tomar un colegio. Más tarde, con el advenimiento de la democracia, tuvimos noticias de La Noche de los Lápices. Hubo quienes sí lo hicieron y pagaron con el propio pellejo.

A tres décadas del final de la noche negra, asistimos a una expansiva toma de establecimientos secundarios, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires, por motivos diversos. Algunos parecen más razonables que otros. Todos, seguramente, merecen un debate amplio y sin prejuicios en el marco de la comunidad educativa.

Lo realmente curioso es la discriminatoria actitud que han vuelto a exhibir algunos “comunicadores”. Lejos de informar sobre lo que viene pasando, se transformaron en una horda mediática a la caza de adolescentes descarriados. En los últimos días, al igual que en la protesta anterior, fuimos testigos de impiadosos escarnios televisivos.

Tal vez la mayor exageración haya sido la de un “periodista” diciendo que iría a “cagarlos a trompadas a todos”. Semejante exabrupto, que no fue el único, viola las más elementales convenciones éticas de la profesión y no estaría contemplado en ningún manual de estilo. Es probable que la toma de un establecimiento educativo sea un recurso desproporcionado si la causa que la motiva es la deficiente administración del bar que funciona en él. Pero la reacción de esos “periodistas” parece mucho más exagerada que la propia medida que cuestionan.

Lo que esos jóvenes están haciendo es desafiar a un sistema cuya lógica es maximizar ganancias donde sea que tenga la oportunidad de hacerlo. Dicen que la vianda es cara y que las fotocopias también lo son. Lo que piden, nada más y nada menos, son “tarifas sociales”.

Sin embargo, en lo que habría que indagar es en la causa por la cual esos enfadados “periodistas” reaccionan como lo hacen. Afirman que la causa argumentada por los jóvenes que toman colegios es una “pelotudez”. ¿A cuanto están de decir que reclamar el boleto estudiantil gratuito también lo es? Pareciera que no tan lejos.

Se puede entender que un adolescente en proceso de formación política desconozca los límites de sus acciones, sobre todo a una edad en la cual los límites son buscados mediante la transgresión permanente. Lo que no se entiende es que “periodistas” supuestamente profesionales pierdan la corrección tan fácilmente cuando el statu quo se ve amenazado por un grupo de “pendejos”. La única explicación tal vez sea que la semilla fascista implantada por la dictadura sigue floreciendo en sus cabezas. ¡Un psicólogo a la derecha!

14/07/12 Tiempo Argentino