sábado, agosto 31, 2013

El peronismo huele sangre

Al igual que en los mares es el tiburón el asesino más poderoso y despiadado, en la Argentina nuevamente el peronismo insiste en demostrar a propios y extraños su implacable vocación de poder. En las PASO quedó claramente establecido que los seguidores del Movimiento Nacional Justicialista, enarbolemos una u otra bandera interna, reunimos casi el 80 por ciento de las voluntades ciudadanas.

Pero también, al igual que ocurre con el tiburón, esa vocación de poder implacable se manifestó claramente en el castigo que sufrió la estructura gobernante por parte de los sectores justicialistas claramente opositores, de aquellos que sin ser opositores nos lamentamos por una nueva oportunidad histórica perdida y –descartando cualquier pretensión de ingenuidad-, también de los supuestos aliados.

Once gobernadores asistieron a la cumbre en Corrientes. Luego de las obligadas declaraciones públicas “pour la galerie”, en las que todos reafirmaron como corresponde su “total apoyo” al Gobierno nacional, algunos periodistas creyeron vislumbrar atisbos de sonrisas cómplices en las caras de varios gobernadores, alegría inexplicable tomando en cuenta la reciente derrota en sus territorios.

Y es que luego de una década de sometimiento político que obligó a gobernadores e intendentes con años de conducir sus feudos – en algunos pocos casos hasta decentemente- a inclinar la cabeza y a humillarse frente a jovencitos cuya única habilidad y capacidad política es caerle simpáticos a la Presidenta, las elecciones que originalmente se pensaran para reafirmar la capacidad de acumulación del poder central terminaron demostrando que en la Argentina de hoy, el “bastón de mariscal” de Perón le queda grande a cualquiera que no sea el pueblo, que aprendió a usarlo muy bien para repartir garrotazos cuando lo desea.

Es así que estos gobernadores y dirigentes del interior, que suelen ser pacientes, callados y aparentemente humildes frente a sus pares de Buenos Aires y que se declaran públicamente “aliados fieles” y kirchneristas de la primera hora, son también los que en la primera hora después de la derrota del 11 de agosto, comenzaron a tejer para, en esta convocatoria de Corrientes, asegurarle a Scioli que estaban totalmente de acuerdo con su frase mágica de hace pocos días: hay que apoyar al Gobierno para que “termine lo mejor posible”, en una clara aceptación de un final anunciado.

Por supuesto que la mayor parte de las deserciones públicas se producirán luego de la debacle prevista para el 27 de octubre, en la que todos aquellos con un mínimo conocimiento político auguran como mínimo guarismos similares a los de agosto. Posiblemente los únicos que no comprenden esto todavía sean los chicos de “La Cámpora”, que durante estas semanas oscilaron entre un desánimo optimista repleto de invocaciones a “revertir los resultados”, un necio y ciego “ganamos porque somos la principal fuerza política” y un patético “el pueblo es desagradecido y no nos comprende”.

Se reveló nuevamente aquí otro “secreto a voces” de la permanencia del peronismo en la vida política del país: la militancia no consiste en ir a los actos de la Plaza de mayo a cantar cantitos. Esa es solamente la parte divertida. Tampoco consiste en repartir volantes, ni pegar carteles. Ese es el obligatorio trabajo electoral. “La Cámpora” descubrió –tarde y mal- que cuando los compañeros se dedican a admirarse el ombligo, suelen prestarle poca atención a los ombligos (y opiniones) de los demás, que son los que verdaderamente importan para alguien que pretenda ser militante. Quedó claro que en el enorme y diverso mar del peronismo, los compañeros de base de “La Campora”, en su inmensa mayoría leales, honestos y desinteresados, se han comportado en estos años como un cardumen de pececitos guiados al desastre por unos cuantos dirigentes/funcionarios con poco conocimiento de política y mucha ambición personal. Quedó claro también que su sistema de acumulación de cuadros es principalmente –salvo honrosísimas excepciones- un divertimento de clase media “progre”, sin sustento territorial donde realmente importa, que en ningún caso es la Capital Federal ni es suficiente el primer cordón del conurbano.

Mientras tanto, los verdaderos dueños del mar, los históricos tiburones del peronismo, los miraron jugar y esperaron.

El peronismo no se acabará con Cristina, así como no comenzó con Néstor. Los dirigentes son –siempre- coyunturas históricas, que surgen a partir de vacíos específicos en la construcción de poder de las clases sociales.

Lo que parece terminar –infelizmente- es esta etapa de la historia peronista que insistió en llamarse “kirchnerismo” y que durante los primeros años despertó en muchos de nosotros, aún criticando desaciertos gruesos, una leve esperanza de que una democracia bien conducida pudiera abrir el camino a una nueva realidad.

Porque cuando el poder hasta ayer concentrado del peronismo comienza a diluirse, cuando queda claro que en una década, por más “ganada” que se la quiera presentar, no se ha construido una organización basada realmente en el pueblo y “que venza al tiempo”, cuando los dirigentes inmerecidamente admirados y respetados hasta ayer se revelan como “mariscales de la derrota”, el mar peronista que mencionábamos empieza a heder a sangre y de las profundidades surgen los tiburones, hambrientos y feroces luego de años de humillante ostracismo, a reclamar su trozo de carne.

Enrique Gil Ibarra/Agosto 31-2013

lunes, agosto 12, 2013

Tonto y retonto

Vamos derecho al grano: Tonto es el señor (o señora) de clase media ¿viste? Que cree que todos los votos en contra que recibió el gobierno son de repudio a “la yegua montonera”. Retonto es el kirchnerista de clase media ¿viste? que cree que todos los votos en contra que recibió el gobierno son de apoyo a “la opo” “la corpo” y Magneto.

Pero perder el tiempo en ocuparse del primer caso es de idiotas. Porque son irrecuperables. Porque esa crítica por “derecha” lo único que esconde es una admiración sin límites por regímenes autoritarios que controlen a los “negros de mierda” que son insaciables y siempre quieren más.

El segundo caso si, es preocupante. Porque se trata de compañeros que, en la mayoría de los casos, descubrieron la militancia con Néstor Kirchner y, en otros casos, venían de una derrota que les quitó no sólo el sentido de pertenencia, sino la esperanza de futuro, y que han podido recobrarlo gracias a este gobierno que, sin dudas, constituyó una apertura a nuevas formas de ejercer la democracia después de años de nada.

Pero lo que ocurre es que no todos los que criticamos a este gobierno somos de “la opo” ni apoyamos a “la corpo”, ni a Macri, ni a Binner, ni a Cobos, ni a ninguno de la caterva de sátrapas oportunistas y seudo justicialistas que andan pululando desde hace tantos años por aquí.

Algunos, muchos, somos tipos que venimos del peronismo desde hace bastante, que hicimos de la militancia un modo de vida, y que desde el principio recibimos a este gobierno como un soplo fresco y oportuno que permitía soñar con abrir nuevamente caminos para la liberación del pueblo. Y que creímos sinceramente que se podía apoyar críticamente para “profundizar el modelo” (bah, para que fuera en serio nacional y popular, con todo lo que eso implica). Pero poco a poco, fuimos viendo que cada vez que decíamos “si, pero...”, nos empujaban un cachito más afuera del plato. Me explico:

a) ¿Cómo no apoyar la política de Derechos Humanos? Si fueron años de exigir “Juicio y Castigo”, de gritar “Ni olvido ni perdón”? Pero teniendo claro que eso puede cerrar el pasado, pero no soluciona el futuro.
b) Apoyo la Asignación Universal por Hijo, qué duda cabe. Pero la apoyo porque hay pobreza y me gustaría que no la hubiera.
c) Apoyo los planes sociales ¿qué duda cabe? Pero los apoyo porque no hay pleno empleo, y me gustaría que no fueran necesarios. ¿Se entiende?
d) Apoyo la recuperación de YPF, por supuesto, pero me indigna que ahora se la asocie con Chevron cuando hace sólo unos años Chevron formaba parte del “enemigo corporativo”, y por un “monto de inversión” (1.200 millones de dólares en cinco años) que solamente un imbécil puede pensar que significa una inversión importante para el país.
e) No puedo apoyar que en un gobierno que afirma ser “nacional y popular”, después de 10 años todavía estemos discutiendo si se va a gravar o no la renta financiera, y me asombra que algunos compañeros consideren que el sólo hecho de discutirlo es elogiable.
f) ¿Cómo no apoyar la recuperación de nuestra línea aérea de bandera? Pero no puedo hablar de “nacionalización” si siguen estando en manos privadas el 49% de sus acciones. Y tampoco me gusta que los importantes “militantes nacionales y populares” que la conducen cobren sueldos superiores a 150.000 pesos mensuales. De igual manera que no me gusta que el tipo que maneja la AFIP que nos controla a todos (y estoy a favor del control) cobre 350.000 pesos por mes y no pague impuesto a las ganancias porque los funcionarios de la AFIP están exentos como si fueran jueces.

¿Hacen falta más ejemplos? En resumen: que la diferencia que mantengo con el kirchnerista Retonto es que él ve estas medidas paliativas como si fueran reales conquistas sociales, y los avances (ciertos y concretos) que se han logrado con respecto al pasado como si fueran la revolución en marcha, y defiende todo ciegamente porque, claro, para él la revolución es esta democracia pequeña, y cree que “esto” es la Justicia social por la que peleamos tantos años.
Y yo (con tantos otros compañeros) las vemos como medidas acertadas en una situación de emergencia y para empezar, pero después de 10 años y tomando en cuenta el enorme apoyo popular con que contó el gobierno de Néstor y luego el de Cristina, creemos que hubiera dado para generar de verdad estructuras de cambio, que no se han creado. Y de esa ineficiencia nos hacemos responsables, por supuesto. Porque no podemos echarle la culpa a Cristina, que dijo claramente que no es socialista ni revolucionaria. Ni podemos echarle tampoco el fardo al kirchnerista Retonto, porque no tuvo ni tiene elementos para comprender que una democracia “progre” no tiene nada que ver con el Che Guevara, ni con la Cuba de Fidel, ni con la lucha de los Montoneros.

Pero por lo menos, en un día como hoy, pocas horas después de que el Frente para la Victoria fuera superado en votos en 11 provincias, el kirchnerista Retonto debería poder evaluar que algo se está haciendo mal y que los votantes decidieron señalarlo, en lugar de suponer que el pueblo es boludo y se equivoca.

Enrique Gil Ibarra/agosto 12 del 2013

jueves, agosto 08, 2013

Lo urgente y lo importante

Toda ciudad tiene una historia. Normalmente, está constituida por miles de historias menores, personales, que cada uno de sus habitantes fue diseñando a través de los años. Algunas minúsculas, comunes la mayoría de ellas. Otras un poco más grandes, más destacadas, las de aquellos escasos hombres y mujeres que, preocupados por su presente y por el futuro, fueron reconociendo las carencias e imaginando las soluciones necesarias, las que marcaban su época y las que surgirían en las vidas de sus hijos.

Mientras la generalidad de las personas ponen sus ojos y su atención en las demandas urgentes de la vida diaria, esos otros raros individuos, tal vez con una integración más amplia con su comunidad y sus prójimos, dedican también parte de su atención a lo que hoy no se ve, pero será evidente mañana. “La esencia del genio – decía un pensador alemán- es descubrir lo que falta”.

Los argentinos decimos de nosotros mismos que somos capaces de arreglar todo con alambre. Y lo cierto es que en muchos países del mundo la creatividad argentina es valorada – quizás en demasía- y eso ha quedado comprobado por nuestros compatriotas en sucesivos y no deseados exilios. Pero esa creatividad supuesta nos ha generado una soberbia que a lo largo de los años derivó en inconsistencia de objetivos e inconstancia para concretar los fines que nos proponemos. En general, nuestra historia demuestra que abrimos rumbos, empezamos caminos que luego prosiguen otros, tal vez menos brillantes, pero más consecuentes, más concienzudos.

Volviendo a las ciudades, que no son otra cosa que un reflejo distorsionado de sus naciones, ellas también sufren de la disociación mencionada. En todo pueblo existen aquellos ciudadanos que “descubren lo que falta” y proyectan el cambio necesario, lo elaboran, lo plantean e impulsan entre sus vecinos y amigos, y merced a ese empuje y decisión el proyecto crece y parece estar a un paso de su realización. Y de pronto, por alguna razón desconocida, la motivación se va diluyendo, se desvanece en el tiempo, y la idea brillante, que sin duda modificaría la realidad futura, muere olvidada por todos.

Haciendo un pequeño esfuerzo de memoria, seguramente cada uno de nosotros puede hallar en la vida de sus pueblos natales –y hasta de sus familias- ejemplos que verifican esto.

Y aquí viene a cuento lo expresado más arriba sobre la inconstancia. De alguna manera, aquellos pocos individuos brillantes que son capaces de pensar el futuro de sus comunidades, también adolecen de un defecto primordial: ellos ven el bosque, complejo y diverso, pero no pueden mantener su atención en un simple árbol. Saltan así de idea en idea, de proyecto en proyecto, y olvidan que, sin ellos y su empuje, los que los rodean volverán a ocuparse del árbol, de la urgencia diaria.

Y la moraleja que toda historia debe tener, es por supuesto que las ciudades y pueblos que crecen y se desarrollan coherentemente, son aquellas en las que todos sus habitantes logran una sinergia solidaria, y pueden compartir sus objetivos resignando en parte sus individualidades e intereses, para aportar al éxito del conjunto. De esta forma, muchos aprenderán que es posible elevar la mirada hacia otros horizontes más lejanos, y algunos pocos comprenderán también que para sus hermanos menos favorecidos lo urgente siempre es importante.

Enrique Gil Ibarra/Agosto 2013